jueves, 24 de marzo de 2016

Ultra Trail Mont Blanc - quien necesita dormir mientras pueda correr...

Difícil encontrar un punto de partida para narrar esta experiencia, incluso después de todo este tiempo pasado, pensar en lo que dieron de si ese porrón de horas corriendo, se me encoge el alma y tengo que contener la respiración para no soltar la típica lagrimilla de emoción, cuando algo te cuesta mucho, mucho más que mucho, la huella que deja es profunda.

El guion de esta aventura hay que empezar a escribirlo retrocediendo un poco en el tiempo, en mi caso la impaciencia y la inconsciencia fueron argumentos invisibles. En 2013 me calzaba por primera vez unas zapatillas de trail, intoxicado ya de muerte del creciente auge de las carreras de montaña, quería correrlo todo  y la carrera por excelencia en este mundo es sin duda el UTMB, algo así como la meca del trail, y como dice el dicho, “…hay que ir al menos una vez en la vida”.

Los requisitos para optar a un dorsal son exigentes (y con razón), primero hay que acumular un mínimo de puntos en un periodo de dos años máximo, finalizando carreras homologadas por la organización, por ser más preciso, para optar a correr en 2015 yo tenía que conseguir 8 puntos en un máximo de tres carreras durante el 2014 (he aquí la impaciencia), así que ni corto ni perezoso me metí entre pecho y espalda Transvulcania (78Km – 8000m D+/-), Gran Trail de Peñalara (110Km – 11000m D+/-) y el Ultra Trail Guara Somontano (102Km – 12000 D+/-), además de algún otro extra que se puso a tiro (MAM, Madrid-Segovia…), todo ello en el que era mi primer año "serio" de correr por el monte (he aquí la inconsciencia).

Penando mucho conseguí los ansiados puntos, lo siguiente ya requiere menos esfuerzo, rellenar la solicitud de inscripción te pone de principio algo nervioso pero siendo realistas y teniendo que resultar agraciado en el sorteo de dorsales, lograrlo a la primera es complicado, más o menos y sin entrar en mucho detalle, no más de un 30% de probabilidades, y no se toma uno muy en serio la posibilidad de plantarse en Agosto en Chamonix.

Esto de la planificación de las carreras se nos ha ido definitivamente de las manos, mediados de diciembre y haciendo planes para el último fin de semana de Agosto y ahí estoy yo, con la lotería de navidad en una mano y la inscripción del UTMB en la otra, todo en manos del azar.

Un mes después, ya pasadas las vacaciones de Navidad y aún con la resaca del roscón de Reyes recibo un correo…

Buenos días Miguel Angel BURDALO,
Confirmamos una vez más tu pre-inscripción en la carrera UTMB®.
Los resultados del sorteo se comunicarán el 14 de enero a las 10:00 (hora de París), en la lista de inscritos y en su espacio corredor en nuestra página Web: www.ultratrailmb.com Recibirás un correo electrónico explicando el procedimiento a seguir.
Para los felices afortunados en el sorteo, las pre-inscripciones deben confirmarse entre el 14 y el 27 de enero. A partir de esta fecha, el derecho de inscripción será cancelado.

… y yo que entre comidas y cenas de navidad casi me había olvidado del tema. Miércoles 14, toda la mañana con los pelos como escarpias, refrescando el mail cada minuto hasta que, finalmente llega el ansiado correo de la organización…

Buenos días Miguel Angel BURDALO,
Está usted preinscrito en la carrera UTMB.
Se ha llevado a cabo el sorteo y tenemos el placer de confirmarle su inscripción a la carrera UTMB.

Todos mis compañeros de trabajo se enteran al unísono de la noticia, ¡¡me ha tocado, coño, me ha tocado!!... acto seguido y cuando les digo el “que”, uno a uno me mandan a tomar por culo con alguna que otra carcajada y mirada de asombro/estupor, igualmente la euforia que se ha apoderado de mi ser, pasa poco a poco a convertirse en preocupación/acojone… 7 meses para prepararme física y mentalmente… 170Km, 10000m de desnivel positivo, sudor frio solo de pensarlo.
Meses que pasan volando y la preparación, pues así de cualquier manera, a base de meterme en un fregao tras otro (camino de mi gran slam particular).

Julio y Agosto son sin duda los meses en los que mejor entreno, asesorado por un buen profesional y subiendo mucho al monte, cojo toda la confianza necesaria para ir convencido de que puedo con ello y eso que casi la lio a primeros de Agosto cuando bajando como un loco desde Navacerrada me vuelvo a caer, esta vez con consecuencias… me rompo un dedo de la mano, lo cosa no pasa a mayores mientras pueda seguir corriendo y entrenando.

¡¡Pa habernos matao!!

… pero no sería yo si no hiciese una de las mías, y a una semana de salir hacia Chamonix, en uno de los últimos entrenos en montaña, me da por apretar como un animal con intención de subir en menos de 50’ desde la Barranca a la Maliciosa. Ya pasado el collado aprieto un poco más y siento un pinchazo en la ingle izquierda, inmediatamente paro, me entran los siete males… vuelvo a trotar despacio, acojonado y rezando para que haya sido solo un susto, pero según vuelvo a coger confianza y subo un poco el ritmo para probar… algo se retuerce de nuevo. Acabo el entreno como bien puedo, maldiciéndome y clamando al cielo para que, sea lo que sea que me haya pasado ahí abajo, se pase de aquí a una semana. Me siento tan estúpido que no le cuento el asunto ni a Perry, sufro en silencio mi metedura de pata.

A un día de partir hacia Chamonix, hago mi última incursión montañera esperando el milagro, pero las sensaciones no pueden ser más desastrosas, el pinchazo de la ingle evolucionó a molestia generalizada y para proteger la zona, cargue mucho a la otra pierna, así que ahora ya no molestaba una sino las dos… unas horitas de monte que se convirtieron en un auténtico rosario, definitivamente los nervios ya se habían apoderado de mí y sufría del típico ataque de “caguitis aguda”, pero seguía teniendo fe en que todo volviese a su ser después de 5 días de descanso casi absoluto… ¡¡ja, ja!!

Nos vamos al Mont Blanc

Planificar esta carrera sobre el papel es ya un puto infierno, siguiendo el protocolo que he seguido en otras ultras para estimar tiempos de paso, ritmos, nutrición, etc, uso de referencia los tramos entre puntos de control/avituallamientos… en el GTP no pasan de diez, aquí son más de treinta, así que después de una hora pensando ritmos, geles, barritas acabas ya pidiendo la hora antes siquiera de tomar la salida… capítulo aparte el tema material, carrera exigente en este punto, nada que objetar visto lo visto, no me gustaría verme en pleno “Grand Col Ferret” con una tormenta y un chubasquero de esos de papel de fumar que tanto se llevan ahora.

A mi mochila Raidlight Olmo de 20 litros le entra media casa… ¡¡hasta me sobra espacio!!, menuda gracia cuando me la echo a la espalda, casi me caigo de culo. Como si estuviese a dieta, me niego a pasar por la báscula, prefiero no saber lo que voy a llevar a cuestas. Presa de la desesperación acabo metiéndolo todo en la maleta y ya decido allí que hacer.

Resumen de la planificación… acabo con dolor de cabeza y con la mitad de cosas por decidir a última hora, pero no hay tiempo para más… lunes 24 de Agosto, carretera y manta...
Viaje interminable en coche, noche en Montpellier para no meternos 13 horas al volante. El martes después de unos cuantos kilómetros ya empiezo a preguntarme  ¿Dónde están las montañas?, comienzo a estar ansioso por llegar… pero antes un poco de turisteo por Annecy.


Recuerdo con asombrosa nitidez mi reacción al ver aparecer por primera vez el macizo del Mont Blanc, sobrecogedor el tema, se me encogió el alma al ver aquella mole cubierta de nieve, uffff… supongo que el estado de nervios lo distorsiona todo y amplifica tanto lo bueno como lo malo, ya empiezo a soltar alguna lagrimilla de emoción/nervios. Veinte minutos después ya estábamos metidos de lleno en el valle… piel de gallina, me sentía pequeñito, pequeñito… y tremendamente acojonado.
Atravesamos Chamonix para ir a nuestro hotel, en Argentiere, 5 kilómetros valle arriba, ya se intuye lo “petao” que está todo, así que agradezco la tranquilidad que encontramos en este pequeño pueblo… a ver si soy capaz de templar un poco los nervios.


Tarde que pasa rápido, visita a Chamonix y confirmación del ambientazo que hay en cada rincón de este pequeño pueblo. Sigo flipando con las vistas que hay del Mont Blanc, tan cerca que parece que en cinco horas puedes subir y bajar (y se puede…). Visita obligada a la feria del corredor y fruto de mi indecisión de cara al material de carrera acabo por comprarme mayas y pantalón impermeable… y en un acto de sorprendente contención consigo no comprar nada más, me sentía como un diabético en una pastelería…
¡¡Me lo compro todo!!

Miércoles de recogida de dorsal, después de un poco de turisteo por el “Aguille du midi” nos vamos con todo el material en la mochila a pasar último proceso para terminar de crispar por completo los nervios. El proceso es curioso, muy profesional, te hace sentir de veras que estas en una carrera “top”. Primero confirmación de registro, que estés en la lista, al menos veinte voluntarios hablando cada uno dos o tres idiomas para dar agilidad al asunto, de la impresora sale un papelito con la lista del material obligatorio al que aleatoriamente han marcado tres-cuatro cosas que tendrás que enseñar en el siguiente “control”. 





Otros tantos voluntarios para chequear que lo que tienes no es de pega… y ya con el visto bueno pasas al último puesto, donde te “marcan” con tu pulserita roja, enganchan el chip a tu mochila y te hacen entrega de tu dorsal… hostias, ahora sí que lo veo cerca… nervios nivel “infierno”.

Viva imagen de no saber la que se nos viene encima

… el jueves se pasa volando, aunque realmente no quiero que llegue el momento de la verdad, con lo poco que sufre uno con un paseíto de dos-tres horas, subiendo en teleférico y comiéndote un bocata al sol en esas praderas. El nivel de crispación es jodido de llevar, comes con miedo a que te siente mal, te acuestas y no hay quien se duerma, te abrigas de más por no coger frío, todo parece una amenaza… no encuentro la forma de relajar un poco el nivel de estrés que tengo, un día más así y estoy para que me encierren.


Aunque no lo parezca estaba fatal de los nervios...



… y al fin llega el viernes 28, de contar meses, pasamos a semanas, días y ahora ya, por fin, unas horas, ha llegado ese día que parecía inalcanzable un par de años atrás. Ese día mí mente se abrió como la de un niño pequeño, captando cada momento, cada sensación… muchos de los nervios mutaron a ganas, ilusión por empezar, por demostrarme a mí mismo que sería capaz de superar este reto. Me sentí emocionalmente desbordado en muchos momentos esperando en esa plaza abarrotada, con otros 2600 corredores y miles de curiosos, familiares, amigos, medios de comunicación... 





¿Empezamos a Correr?

Son casi las 6 de la tarde y hace con un calor de mil demonios, comienza a sonar “Conquest of Paradais” de Vangelis, el gentío está alteradísimo. Me he colocado al final del pelotón, como un espectador más, simulando que esto no va conmigo… pero cuando acaba la cuenta atrás se acaba la tontería, pensar en cómo acabará esto se me hace un mundo, de momento la estrategia es la de pensar solo en el siguiente avituallamiento, y así pasito a pasito, a ver hasta donde llegamos… 

El comienzo de la carrera es de lo más espectacular que he vivido, las calles abarrotadas, todo el mundo animando, aplaudiendo como si fuésemos héroes, un baño de multitudes que te envuelve en una nube y hace que olvides por cinco minutos lo que se viene encima.
Tardo una eternidad en salir del pueblo, me entretengo saludando y grabando todo con mi cámara, incluso me da tiempo a  despedirme de gente conocida que reconozco entre la multitud y que aún no había visto en Chamonix, a Marta casi ni la veo entre el gentío, menos mal que fijamos bien un punto de encuentro, si todo va como está planificado, volveré a verla para el desayuno en Courmayeur (unas 16 horas más tarde, se dice pronto…), y ahora ya… a correr un poco ¿no?.

Más de diez minutos para recorrer poco más de un kilómetro, sigue habiendo gente animando en los márgenes de la carretera que sale del pueblo, toca ya centrarse de lleno en la carrera e intentar cumplir con el guion planificado, miro atrás un instante… ¡coño!, no veo a nadie, tan solo un par de coches de la organización cerrando la carrera… se me ha ido de las manos lo de empezar tranquilo, me entra un poco el agobio aunque en cosa de cinco minutos ya me encuentro inmerso entre la multitud y empiezo a experimentar lo que será ya casi una constante durante las primeras 24 horas, los tapones.

LES HOUCHES (7,9Km)

Estos primeros ocho kilómetros son prácticamente llanos y paralelos a la carretera, un tramo para entrar en calor y trotar sin mucha prisa, entre que no estoy acostumbrado a correr con tanto peso en la espalda (además no llevo bien ajustada la mochila) y la multitud, avanzar se hace muy, muy incómodo… después de diez minutos esquivando, acelerando, frenando, me rindo a las circunstancias y me sumo al cansino ritmo de la cola del pelotón, esperando que la carrera se estire un poco y cada cual encuentre su espacio y ritmo.
Llego al avituallamiento sin más motivo para parar que el de rellenar bidones, con el calor que hacía en la salida me había bebido casi toda el agua antes incluso de comenzar la carrera, así que dos minutitos para cargar y salimos pitando a ver si cogemos ritmo y vamos avanzando en el pelotón.

LE DELEVRET (13,8Km) – Viernes 20:17 – Tiempo de Carrera: 2h17m

Saco los bastones sabiendo ya que viene la primera subida importante, 700m de desnivel positivo en apenas 6Km… primeros agobios al ver que no he acertado con la mochila, no soy capaz de ajustarla y sentirme cómodo, tampoco encuentro sitio donde dejar la GoPro a mano sin que moleste, cosas que pasan cuando no has probado realmente el material en las condiciones de carrera… Me centro en lo importante, guardo móvil y cámara, no tengo la cabeza para andar pendiente de este tema, ya veremos cómo avanza la cosa, pero no me veo muy diestro y dispuesto a parar cada poco para quitar/poner la mochila y sacar fotos.

Asoman ya las primeras rampas, y el paso decae estrepitosamente, de nuevo intento coger ritmo pero es imposible, los caminos no dan más de sí y se forman tapones, en los que aunque no vas parado, tampoco vas a un ritmo cómodo… mentalmente desgasta mucho ir demasiado lento y la gente va muy centrada a lo suyo, no veo ni un ápice de preocupación por si vas taponando o no a alguien, me canso de pedir paso y que no me hagan ni puto caso… pierdo la paciencia especialmente con los asiáticos, no ceden ni un centímetro de camino. Esto se repitió durante muchos momentos de la carrera y me dejo un sabor amargo que no había sentido en ningún otra ultra que he corrido.
Han pasado dos horas y cuarto cuando pasamos el control de chip, ha empezado a refrescar y casi todo el mundo para para abrigarse un poco, algún previsor saca ya incluso el frontal pero yo creo que me da tiempo a llegar a Saint Gervais aún con algo de luz. Me doy un par de minutos de respiro intentando tomar consciencia de lo que estoy viviendo, el macizo del Mont-Blanc siempre a la vista… difícil no pensar en lo que aún tengo por delante.

¡¡No paro mucho que me adelantan todos estos!!


Toca correr, bajamos literalmente por medio de pistas de esquí, ahora cubiertas con un tupido césped que hay que tratar con delicadeza para no dar con el culo en el suelo. Destroza esta primera bajada seria, demasiado alegre y demasiado peso a la espalda, la mochila me baila lo que no está escrito así que lo que debería ser un descenso fluido y divertido se convierte en una torpe y sufrida lucha contra la ley de la gravedad.

Después de media hora de ir reteniendo viene el primer “susto” en forma de pinchazo en el muslo izquierdo… intento proteger la sobrecarga que llevo en la ingle derecha y casi me cargo mi pobre cuádriceps izquierdo, manda narices que apenas hemos empezado y ya tenemos que lidiar con los puñeteros temas musculares.

El latigazo es de los buenos, pero sorprendentemente no entro en pánico, ya he pasado por estos episodios en cada uno de los ultras que he corrido, así que confío ciegamente en que pasará… y aunque así ocurre, estoy otra media hora molesto y corriendo medio de lado buscando una forma de pisar que no moleste, ¡vaya pupas que soy, coño!.
El episodio ralentiza bastante mi marcha y ocurre lo inevitable… se hace de noche y ahí estoy yo, sin encontrar un hueco donde parar para sacar el frontal, así que me pego a un grupillo y “gorroneo” de su luz hasta que por fin entramos en el pueblo y empezamos a pisar su famosa “alfombra verde”… como se lo curran estos franceses.

Llego salvado por la campana, con tan solo 30 minutos antes del cierre del primer control, muy malas sensaciones tanto musculares como estomacales y agobiado por el pobre ritmo de carrera que he llevado, me siento como un boxeador vapuleado que ha llegado de milagro al final del primer asalto y que, duda mucho que aguante siquiera terminar la pelea.

SAINT-GERVAIS (21Km) – Viernes 21:27 – Tiempo de Carrera: 3h27m

La entrada al avituallamiento es todo un guantazo de cruda realidad, no he terminado de encontrar un sitio donde sentarme cuando escucho por megafonía que el control cierra en 30 minutos. Voy rápidamente a buscar algo de comer, pero con el cuerpo que tengo no hay nada que me apetezca, cojo un cuenco de sopa y un trozo de pan y me siento intentando recomponer un poco mi mermado estado de ánimo, pero tampoco tengo mucho tiempo para lamerme las heridas, me preparo para la primera noche. Frontal y algo más de abrigo, recargo agua y pienso bien que tengo que tomar de aquí al siguiente punto de avituallamiento… son diez kilómetros y apenas 300m de desnivel positivo, con eso puedo, no?. Muy mal se tiene que dar para no estar ahí en un par de horas… paso a paso, sin mirar más allá. Bastones en mano salgo del avituallamiento apretando los dientes y repitiéndome machaconamente que puedo… ¡¡joder, yo puedo con esto!!

No tengo mucho más recuerdo de este tramo que el de la eterna salida de la ciudad, deseando estar de nuevo en el monte y encontrar un poco de silencio y tranquilidad.

LES CONTAMINES (30,7 Km) – Viernes 23:23 – Tiempo de Carrera: 5h23m

He tardado, pero por fin siento que estoy entrando en la dinámica de la carrera, incluso tengo las sensación de que estas dos horas se han hecho cortas, cumplo con mi rutina de hidratación y alimentación al milímetro, cada veinte minutos he ido comiendo o bebiendo sin olvidarme de nada… agua, pastilla de sal, gominola energética, un gel, otra vez agua, así que estoy que realmente no necesito casi ni parar, tan solo recargo agua y medio pruebo un poco de sopa caliente, sigo muy apretado de tiempo, el control cierra a las 00:00, así que no demoro la salida y me centro en el siguiente paso, la cosa empieza ya a ponerse interesante, 550m más de desnivel positivo a salvar en ocho kilómetros, resoplo y marcho dispuesto a por otras dos horas de oscuridad.



El tramo es de subida pero por camino ancho, me he olvidado de dolores y molestias estomacales y empiezo a disfrutar de la carrera pero siempre con la mente puesta en guardar fuerzas, me guardo las ganas de un trote más alegre pero no puedo evitar, como un mero ejercicio de distracción mental, ir adelantando a quien se pone a la vista.

Llegamos a un pequeño control de paso en NOTRE DAME DE LA GORGE, en plena noche no llego a adivinar que se cuece por allí, pero hay mucha animación (conciertos, hogueras a nuestro paso, gente acampada…) me pone como una moto pasar junto a grupos de gente que te anima como si fuesen familia.

… y se acaban las bromas, empezamos a subir a saco, tirando casi más de palos que de piernas y sin ocasión de quitar la vista del suelo (lastima de vistas que seguro perdí en el camino), pero no paso por alto el cruzarme con Nuria Picas, que deshacía el camino, la presión pudo con ella y decidió retirarse viendo que no era su día.

LA BALME (38,8 Km) – Sábado 01:17 – Tiempo de Carrera: 7h17m

Resoplo de alivio al llegar al avituallamiento, ha sido un tramo duro y necesito tomar un poco de aliento. Plato de sopa caliente que a 1700m de altura hace fresquete, y un puntito para el Burdalo que le ha quitado casi 15 minutos más al tiempo de corte, moral al canto viendo que empiezo a darle la vuelta a la tortilla, saco mi chuleta para ver lo que me toca y se me hace un nudito en la garganta, 11Km hasta el siguiente avituallamiento, con 800m más de desnivel positivo a salvar y primera vez que subiremos por encima de los 2400m.


La subida al collado es de las que se te queda en la memoria, ese caminito de luces que acaba perdiéndose en el horizonte, lo disfrutas y lo temes a la par, viendo ahí delante lo que te queda por recorrer bajas la cabeza y a centrarte en el camino, que por cierto, vuelve a estrecharse, aunque ya no hay grandes tapones y uno se acomoda al ritmo del pelotón. 
Casi dos horas me lleva coronar la CROIX DU BONHOMME, alivio sabiendo que ahora viene un tramo largo de bajada, dos minutos para saborear el momento y disparados que nos quedamos pajarito!.

El alivio pronto se convierte en tortura, quedan 5Km para el avituallamiento, pero son 900m de desnivel los que hay que “deshacer”, castigo de los duros para los cuádriceps y vuelven las molestias al tener que retener tanto a cada paso… lo paso mal y me lleva una hora completar este tramo, casi se me saltan las lágrimas cuando veo por fin las luces del avituallamiento en la distancia.

LES CHAPIEUX (49,4 Km) – Sábado 4:02 – Tiempo de Carrera: 10h02m

Creo recordar que aquí paso un control de material, todos los corredores tienen que desfilar por una fila de mesas donde te piden enseñar tres elementos al azar… chapo a la organización, primera vez en mi vida que me revisan el material en carrera… y ahora ya a tomarse un merecido respiro, tomo asiento y a comer otro poco, sin mucha gana porque la bajada me ha revuelto hasta el estómago y para colmo la imagen de un par de corredores con vómitos justo frente a mí, la carrera ya hace estragos, más de una veintena de personas esperaban el autobús de vuelta a Chamonix, tienes que mirar a otro lado para no contagiarte… media hora de recarga y vuelta al camino, mucha parada para el poco tiempo que tengo respecto al cierre de control, apenas 45 minutos de margen, los cálculos se tuercen respecto a lo que tenía en mente, esperaba ir ganando colchón poco a poco.

El tramo que empieza ahora es de los largos, así que me preparo en consecuencia dejando a mano comida para al menos tres horas, abandonaremos Francia para entrar pronto en Italia.
Empezamos con otros 1000m de desnivel positivo, camino de la COL DE LA SEIGNE (2502m), subida que se hace eterna; dos horas y media para pasar el puto collado y sabiendo que aún no hemos terminado de subir, bajamos un poco y otra vez a subir casi a cuatro patas para pasar esta vez sí, el punto más alto de la carrera COL DES PYRAMIDES CALCAIRES (2563m), con mucho tramo de bloques de piedra que ralentizan mucho el paso, lo único positivo es el espectacular amanecer que nos regala la carrera, tengo que pararme un par de veces para saborearlo como se merece… solo por estas cosas merece la pena el “traguito” que estamos pasando.



He perdido totalmente la noción del tiempo y solo tengo cabeza para bajar con sumo cuidado y castigar lo menos posible mis mermadas piernas… otra vez lagrimón al ver por fin el avituallamiento a tiro de piedra (que así a lo tonto, lo ves ahí y te lleva más de media hora alcanzarlo).

LAC COMBAL (65,8 Km) – Sábado 8:52 – Tiempo de Carrera: 14h52m

Si tengo que buscar una palabra que pueda resumir la llegada al avituallamiento sería sin duda “desolación”, este tramo me ha machacado mucho mentalmente, han sido casi cinco horas sin parar un minuto, no he cogido nada de colchón con respecto a los tiempos de corte (sigo con poco más de 30 minutos) y para colmo cuesta horrores encontrar un sitio para sentarse y tomar tranquilamente algo de aliento y comida… por primera vez soy consciente del tremendo retraso que llevo respecto a lo planificado y las consecuencias de ello (en una hora estarán ya esperándome en Courmayeur). 

Como el primer día de rebajas...

Aquí al lado de los baños, no daba la cosa para más...


No puedo entretenerme mucho, mi cabeza ahora solo piensa en no demorarme más y recortar tiempo… salgo del avituallamiento con la misma sensación de agotamiento con la que entré, para colmo tenemos otro tramito de 500 metros de subida que asumo con resignación, al menos las vistas son espectaculares, la vertiente Italiana del macizo no tiene desperdicio, me permito incluso la licencia de parar a tomar alguna foto, el calor además empieza a apretar de lo lindo, pero curiosamente eso me va bien y me acomodo a un ritmo aceptable.




Volvemos a coronar otro de los puntos altos de la carrera “Arete du Mont-Favre” (2417m), son las 10:00 de la mañana… ya debería estar con Marta y aún me queda una tediosa bajada, 1200 metros de desnivel del tirón en apenas 9 kilómetros, ahora mismo solo tengo en mente llegar a Courmayeur, no hay futuro en mi cabeza más allá de este punto… mi moral pende de un hilo y más cuando compruebo de nuevo que la bajada resulta una tortura, tanto por la incómoda mochila como por las molestias musculares, y así, al tran tran, llego a “Col Checrouit”. Solo han sido 45 minutos, pero me ha parecido una eternidad. Se intuye ya la vuelta a la civilización, el avituallamiento está muy animado, con un grupo musical que ameniza el momento, no tengo yo el ánimo para mucha fiesta… me siento cinco minutos, como algo, me refresco, voy al baño… vamos resumidamente, vuelvo a nacer.

Como Popeye después de meterse una lata de espinacas, me pongo la mochila y enfilo camino abajo cual alma lleva el diablo, no recuerdo una bajada más al límite que esta... no tanto por lo rápida sino por lo que supone de castigo a mis piernas, pero ya todo me da igual, ni siquiera pienso si continuaré o no, toda mi mente está puesta en esa bajada, en cada apoyo, en cada puñetera piedra y raíz que no dan un minuto de tregua.

… y cual buceador que va buscando ansioso llegar a la superficie, tras una hora de bosque espeso y camino estrecho, emerge como de la nada el gran valle, con el pueblo de Courmayeur a tiro de piedra, nudo en la garganta y empiezo a no poder contener las lágrimas.

COURMAYEUR (FORUM SPORTS CENTER) (78,8 Km) – Sábado 12:01 – Tiempo de Carrera: 18h01m

Por fin gente animando, por fin un poco de motivación externa para levantar algo la cabeza, voy al límite emocionalmente hablando y no puedo evitar derrumbarme cuando por fin veo a Marta esperando paciente cámara en mano, tres horas más tarde de la hora pactada… lloro como un niño pequeño mientras recojo mi bolsa con todo lo necesario para afrontar esa “otra carrera” (faltan aún algo más de 90Km y más de 5000m de D+).

Templo un poco los nervios mientras entro al pabellón, no quiero que Marta me vea tan mal, pero ya lleva lo suyo encima, viendo el panorama presente… aquello parece un hospital de campaña, para colmo una chica se derrumba justo a nuestro lado y tiene que ser atendida por los equipos sanitarios, el panorama es bastante desolador… como para no preguntarse si no estamos mal de la cabeza.

No hemos cruzado siquiera un par de palabras cuando la organización anuncia repetidamente por megafonía que a la 13:00 cierra el control, quien no haya salido del pabellón quedará neutralizado y por tanto fuera de carrera. Asumo el anuncio con resignación y sin darle muchas vueltas al tema, meto otro cargamento de geles, sales y barritas a la mochila (no me queda otra que fiarme de los rudimentarios cálculos que hice en Madrid), me cambio de ropa y reviso muy por encima el estado de mis pies (ni me molesto en guardar los calcetines… van directos a la basura), todo esto mientras intento meterme un plato de pasta y quitarme la tremenda sed que traía después de este último tramo con el sol castigando pero bien. 

Son 53 minutos que se pasan sin apenas saborearlos, aún me tiemblan las piernas cuando vuelvo a ponerme en pie, ya mochila al hombro y cero ganas de seguir peleando.
Me despido de Marta, esta vez sin compromisos ni tiempos… sigo en modo supervivencia, pensando solo en lo que hacer en el siguiente minuto, y de pronto, todo ya ha pasado, como si de un sueño se tratara, vuelvo a encontrarme solo ante el camino con la misma rutina de las últimas dieciocho horas, andando, trotando, corriendo.

… pero algo ha cambiado, siento que no soy el mismo que llegó a Courmayeur, la descarga emocional vivida me ha dejado una mezcla de calma y serenidad que hacen que recupere el foco en la carrera, en lograr esas pequeñas metas que hagan que siga avanzando, porque cuesta y mucho, evitar pensar en lo que queda y no venirse abajo, cuento una decena de corredores que marchan de vuelta a Courmayeur, derrotados por esos pensamientos, y apenas he recorrido un par de kilómetros desde el avituallamiento.

El calor es ya bastante molesto y más cuando volvemos a cotas donde escasea la vegetación, solo son 5 kilómetros hasta el refugio Bertone, pero los más de 800 metros de desnivel positivo pesan como una losa, recuerdo esta subida con desesperación, esperaba un poco de complacencia después de tanto esfuerzo.

Refuge Bertone (83,7 Km) – Sábado 14:27 – Tiempo de carrera: 20h27m

Creo que el calor me ha pasado factura, sobre todo al estómago, no he sido capaz de beber el isotónico que llevaba porque me daban arcadas y llego con una pequeña sensación de mareo, supongo que por algo de deshidratación, decido no arriesgar con esto y solo tomar agua y pastillas de sal de ahora en adelante. 

Asoma, por primera vez seriamente, la idea de abandonar, y no por los problemas musculares con los que convivo ya sin mayor problema… estoy mal y empiezo a pensar que lo que queda es mucho sufrir y no merece la pena.

Tres corredores emprenden juntos su retirada… hay que volver a Courmayeur, no hay otra opción, es eso o continuar hasta Arnuva (13 kilometros), joder solo por no volver a bajar por ese infierno de camino me pongo de nuevo en marcha camino del Refugio Bonatti, planing en mano deberían ser poco más de 7 kilómetros sin mucho sobresalto.

Pero claro, lo que en el mapa es una línea aparentemente “horizontal”, en realidad esconde pequeños sube-baja bastante rompe-piernas. Por suerte mi estómago se ha calmado y la rutina de hidratación – alimentación vuelve a funcionar a la perfección, ningún bajón en estas dos horas que casi me lleva llegar al avituallamiento, aunque todo se hace laaaargo, eteeeeerno.

Refuge Bonatti (91 Km) – Sábado 16:15 – Tiempo de carrera: 22h15m

Llego al refugio con la sensación de que ha pasado una eternidad desde que retomé la carrera allá en Courmayeur, pero apenas han pasado más de tres horas y un par de avituallamientos, pesa mucho todo ya en mi cabeza y va tomando forma, y con mucha fuerza, la idea de dejarlo ya en Arnuva (hay autobús de recogida de corredores en este punto). 

Tengo dos horas para llegar en tiempo, en teoría no debería tener problemas porque apenas son 5 kilómetros y la mayor parte de bajada, pero pienso el gran alivio que supondría llegar fuera del corte… me acojona ser yo el que decida dejar la carrera, no puedo evitar sentir la presión que supone asumir un posible fracaso, asumir que no he sido capaz de algo para lo que me he preparado a conciencia, asumir mi debilidad… me da miedo asomarme a ese precipicio, pero no veo alternativa dadas las circunstancias.

Por primera vez en carrera intercambio una breve conversación con un par de corredores gallegos que andan igual o más jodidos que yo, resulta agradable esta breve charla y nos damos mutuos ánimos intentando engañar a nuestras conciencias, bromeamos con el hecho de que los pros ya han terminado, joder, lo que aún nos queda a nosotros, poco alivio siento, casi lo llevo escrito en la frente,  “Abandono”. 

Me pongo de nuevo en marcha deseándoles toda la suerte del mundo (que bonito fue encontrarme de nuevo con ellos el Domingo en Chamonix y ver que fueron capaces de llegar a meta).

Mientras ando perdido en mis pensamientos, buscando excusas, razones para justificar mí futura decisión, me doy cuenta de lo agradable que está siendo esta parte de la carrera, entre bosques de cuento, rodeado de montañas y sin ese calor asfixiante que nos acompañaba, incluso me permito la licencia de corretear alegremente hasta llegar al avituallamiento.



Arnuva (96,2 Km) – Sábado 17:36 – Tiempo de Carrera: 23h36m

Mi gozo en un pozo, aún queda un hilillo de fuerza de voluntad para seguir adelante… apenas he llegado con 45 minutos de margen sobre el tiempo de corte, apuraré mi baza y a ver hasta donde llego, al menos pasar a territorio Suizo antes de claudicar.

Apenas paro, simplemente necesito recargar agua y poner a mano lo que necesitaré comer de aquí al siguiente punto. Lo que viene quita el hipo, el techo de la carrera “Grand Col Ferret” – 2527m, otro paredón de más de 700 de desnivel a subir en poco más de cuatro kilómetros. Nos ponemos manos a la obra, despacito que no llevo prisa, estoy convencido de que no voy a pasar del siguiente corte, así que con cero presión voy superando el tortuoso zig-zag que va describiendo el camino en busca del famoso collado.

A las 19:13 consigo llegar al punto de control, bastante más entero de lo que podía imaginar, incluso me he permitido el lujo de ir adelantando a gente en la subida, así que llego con una inesperada moral después de 100 kilómetros de carrera y ya superando las 25 horas de carrera, además, jamás había estado tanto tiempo seguido corriendo (otro puntito para mi). 



Breve parada para abrigarse con todo lo que llevo encima y siendo por primera vez previsor, hasta saco el frontal, tenemos por delante otra de esas bajadas infinitas (lo que dan de sí 10 kilómetros) y al menos se irán un par de horas, llego de noche seguro.
Los primeros kilómetros de bajada son agradables, voy correteando mucho más cómodo (llevo toda la ropa puesta y se nota menos peso en la mochila) y después de rumiarlo mucho, ya no me parece tan terrible el hecho de abandonar, me ha dado tiempo a mascarlo bien y siento hasta un poco de alivio al pensar que en un par de horitas podré sentarme y descansar ya definitivamente, me repito a mí mismo que he de sentirme orgulloso de haber llegado hasta aquí y bla, bla, bla, bla… y que se pasan los kilómetros y que voy pasando a gente y que saco la Gopro y me grabo unos videos y tal… joder, que estoy disfrutando por fin un poco, leches!!!

Pero la fiesta dura poco y cuando la luz del día escasea el cuerpo y la cabeza empiezan ya a jugarme malas pasadas. Intento demorar al máximo posible encender el frontal, pero noto que la vista se nubla y empiezo a ver cosas raras, sombras que van y vienen, y no me queda otra que tirar ya de luz artificial hasta llegar por fin al avituallamiento de “La Fouly”, con la oscuridad llega un bajón físico tremendo, se me funden los plomos y solo siento agotamiento y sueño.

La Fouly (110,1 Km) – Sábado 21:10 – Tiempo de Carrera: 27h10m

Entro en la carpa del avituallamiento buscando desesperadamente un banco en el que sentarme, pero muchos corredores están tumbados, otros con más familia que los Borbones… resulta complicado hacerse un hueco, me cabrea mucho el tema, sobre todo por parte de toda esa gente que acompaña y que no piensa en el resto de los corredores, no me queda otra que llamar la atención a una familia que se me echa literalmente encima… ¡¡manda cojones!!.

Y así, sin darme apenas cuenta, estoy cambiándome otra vez de calcetines mientras como un plato de sopa y echando cuentas de lo que me queda. Le he ganado media hora al crono y salgo del avituallamiento solo veinte minutos después, alucinando conmigo mismo, intentando entender que cojones ha pasado para que empiece a pensar que puedo acabar la carrera.

Empiezo este tramo tan emocionado como acojonado, entrando en terreno desconocido… la tan famosa “segunda noche”, desde que amaneció el viernes, apenas dormí una hora de siesta, así que echando cuentas, desde las tres de la tarde del viernes, casi van ya 30 horas despierto del tirón, me da la risa solo de pensarlo.

Pero la tontería se pasa rápido y tengo que empezar a desplegar toda clase de ingenios para mantener la atención en el camino y no cerrar los ojos, recuerdo lo angustiosas que resultaron estas primeras horas, sobre pista más o menos cómoda, lo fácil que resultaba perder por segundos la concentración y despertar súbitamente tras un tropezón, de poco valía, cantar, hablar en voz alta, comer algo… el tiempo no pasaba, veía gente tumbada en los márgenes de los caminos, echados en cualquier rincón que ofreciese una mínima comodidad, empezaba a pensar que era imposible aguantar así toda la noche, pero me daba pánico pensar en tumbarme y no despertar con la alarma del teléfono.

Especialmente llamativo fue el episodio de desorientación que viví en “Praz de Fort”, a medio camino del siguiente punto importante de avituallamiento (Champex-Lac), entrando en el pueblo cerré un instante los ojos y perdí por completo el sentido de la orientación, ya no sabía si iba o venía, tenía señales delante y detrás y no era capaz de recordar por donde seguir o siquiera adivinar la lógica de la carrera… por suerte un corredor apareció en la distancia, me miró sorprendido cuando le pregunté hacía donde debía continuar, lo más curioso fue que hice dudar a esta persona pese a que llevaba perfectamente clara la dirección correcta. La cosa empezaba a preocupar bastante, no recuerdo mucho más de aquí al avituallamiento, lucha insufrible por no desfallecer de sueño, supongo que no era muy consciente siquiera de la situación y no me planteaba otra cosa que no fuese seguir caminando.

Champex-Lac (124,1 Km) – Domingo 00:52 – Tiempo de Carrera: 30h52m

Llego muerto al pueblo, he tenido un par de achuchones fuertes que casi me hacen parar y tumbarme a descansar… es desesperante no poder aplacar el puto sueño, pero es entrar en la carpa de control, mirar el reloj y ver que ahora tienes casi dos horas de margen con respecto al cierre que el subidón te despeja de golpe.

Aquí sí que me acomodo bien, cojo un par de cuencos de sopa y me los tomo con calma, también me pongo las mallas pirata, más por el frio que tengo parado que en previsión del que pueda tener andando. Vuelvo a sopesar la idea de echarme diez minutitos, pero prefiero no arriesgar, pese a que la organización tiene una lugar donde puedes echarte y avisar para que te despierten, ahora he recuperado un poco la frescura y quien sabe cómo puede sentarme cerrar los ojos, aunque sea solo por unos minutos.

Casi una hora después salgo dispuesto a afrontar el tramo más largo entre avituallamientos de la carrera (17 Km) y además con una subida bien maja a “La Giete”, aunque a estas alturas el mantra que repito una y otra vez es que ya he pasado lo peor.

El menú para las próximas cuatro horas consistirá en un primer plato con algo más de 11 kilómetros de subida (800 D+), para pasar seguidamente a buen segundo contundente, con otros 5 Km, esta vez para descender todo ese desnivel ganado anteriormente.

No llevé demasiado mal la parte de subida, aunque iba un poco desesperado del cansino ritmo que llevábamos de carrera, la mezcla de oscuridad y senderos estrechos sumado a la gran cantidad de corredores ya en fase “walking dead” ralentizaban muchísimo la marcha. Curiosamente el sueño ya no era un problema, el terreno exigía algo de concentración y mantenía la mente despierta, las crisis de principios de noche eran ya agua pasada, de momento no veía duendes, dragones u otro tipo de alucinaciones como había leído y escuchado de otros corredores tras dos días sin pegar ojo.

La parte de bajada ya fue otro cantar… ¡¡que castigo a las piernas!! Y lo peor, ¡¡la tortura de ver el pueblo durante más de una hora y no llegar nunca!!... cada vez que el camino daba otro giro daban ganas de echarse a llorar, pero la final, tras 4 horas y 20 minutos, pisamos Trient.

Trient (140,6 Km) – Domingo 6:01 – Tiempo de Carrera: 36h01m

Seguimos manteniendo esas dos horas de margen con respecto al control, empiezo a creer que esto es posible, la segunda noche ya da sus últimas coletadas, aún no ha empezado a amanecer, pero poco le queda… y empieza la lluvia de cálculos y números, buscando una referencia a la que agarrarme para asegurarme que puedo con lo que me queda. 

No tengo mucho por lo que entretenerme en el avituallamiento, veinte minutos son suficientes para coger un poco de aire, guardar el frontal y salir de nuevo al camino, próxima parada ya en Francia de nuevo, apenas he visto Suiza de día, ¡¡vaya mierda!!.

Se me hace de día apenas he empezado con la subida de este tramo, mis referencias numéricas son que, aproximadamente, tengo que subir de la Barranca a Maliciosa, que así dicho, suena asumible… Llegar a Catogne (145,6 Km) me lleva algo más de 1h30m, voy lento pero seguro, dando todo lo que me permiten mis piernas, que siguen ahí las pobrecicas sin quejarse demasiado.

Detalle del nivelón de mi mochila, media casa a cuestas.

Escribo a Marta para darle las buenas nuevas, espero estar en Vallorcine en una hora… son las 8:00 AM y este pueblo está a poco más de 20 minutos de nuestro hotel (prefiero no pensar mucho en eso o definitivamente me quedo allí…), esta vez tengo que ser un poco más puntual, y 5Km de bajada no se pueden ir mucho de tiempo…
Una alegría desmedida me desborda, cual ave Fenix, he resurgido de mis cenizas y me siento rejuvenecido… me emociono de tal forma que me permito incluso el lujo de corretear a un ritmo bastante alegre, tan alegre que se me va de las manos, hasta que mis maltrechas piernas me dan un serio aviso de qué, o me calmo, o se rompen (pinchazo de los buenos en el psoas y gemelo)… volvemos al ritmo cansino de bajada, de constante retención y malos apoyos buscando no castigar más si cabe mis patitas.



Y de repente, así sin percatarme de ello, empiezo a flipar… me alucina como está de cuidado este camino de montaña, con todas esas piedras del suelo cuidadosamente talladas, al igual que las raíces de los árboles, la de horas que hay metidas aquí, ¿Quién habrá hecho esto?...
Estoy tan despierto que me cuesta un rato largo darme cuenta de que estoy empezando a alucinar por la falta de sueño, joder, así a plena luz del día… empiezo a preocuparme porque no soy capaz de distinguir con mis sentidos la realidad de la alucinación. Al tema vista pronto se une el oído… ahora oigo música, clara y nítidamente… busco allí de donde viene, pero aquí, en medio del monte, lo único que hay a mi alrededor es el camino y un pequeño arroyo, que, tras reflexionar y centrarme un poco, es el causante de la anomalía percibida… en cuanto me alejo un poco la música desaparece… mi cabeza percibe el ruido del agua y la convierte en melodías al más puro estilo cuarenta principales, ¡¡vaya colocón llevo!!.

Así contado la cosa puede sonar graciosa, pero agobia, y mucho… por suerte ya empieza a adivinarse el fondo de valle, según mis cálculos el avituallamiento debe estar cerca… después de todo ya le estoy cogiendo el punto al recorrido y prácticamente clavo los tiempos.

Vallorcine (150,9 Km) – Domingo 9:19 – Tiempo de Carrera: 39h19m

Esta vez no lloro al ver a Marta, voy demasiado cansado como para emocionarme, siento que la situación está bajo control, marcho confiado y seguro (todo lo que me permite la falta de sueño), disfruto mucho más de esta media hora de compañía que aquel infierno de hora que pasamos en Courmayeur. 

Como un poco y me vuelvo a vestir de corto, entiendo que los escasos 20 kilómetros que tengo por delante no deberían llevarme más de 4 horas y media, y eso supone llegar a meta en plena hora punta de calor.

Me despido con un “hasta pronto, nos vemos en Chamonix” que me suena a gloria, después de media carrera renegando, pensando en retirarme, estar aquí, salir del avituallamiento sabiendo que solo te queda subir una más, una puta pared más y se acabó, hace que te olvides de todo el dolor y sufrimiento acumulado que llevas encima.

Pero este último tramo tiene su miga, principalmente porque el “coco”, además de seguir con el tema alucinaciones, empieza ya a impacientarse… te pones a pensar lo cerca que estás de Chamonix y te preguntas, ¿por qué coño nos hacen subir al otro lado del valle?. Además, el día antes de la salida habíamos estado de excursión por esa zona, subiendo en Telesilla justo donde está situado el último avituallamiento (La Flegere) y buscaba con la mirada por donde debía subir la carrera para llegar al punto que ya tenía localizado en la distancia… cuando por fin doy con ello, se me cae el alma al suelo, ¡madre mía que paredón!. 

¿A subir por ahí?, ¡¡no jodas!!


La subida se hace eterna y durísima, sudando la gota gorda y encima teniendo que pedir paso entre los muchos turistas que aprovechaban la mañana del domingo para hacer un poco de senderismo… dos horas y media se me van en la subida y la sensación de desesperación por querer terminar empieza a tomar fuerza frente al cansancio, que toma ya un papel secundario.



La Flegere aparece pronto en la distancia, desde ahí ya será todo bajada, ¡¡solo 7 kilómetros más!!... ni siquiera cojo agua en el avituallamiento, saludo y paso de largo ya solo con un pensamiento… la llegada a la meta.
Miro el reloj, podría bajar ligero y plantarme en meta para las 14:00 de la tarde, pero apenas he empezado a correr compruebo que la tarea de antoja complicada y llena de sufrimiento, así que me armo de paciencia y bajo andando, intentando disfrutar de estos últimos momentos de carrera… ya más de cuarenta y dos horas de travesía que ahora tocan a su fin. 

Disfrutar, lo que se dice disfrutar pues como que no, los pies se han sumado a la fiesta y parece que están a punto de reventar, todo me saca ya de mis casillas, así que en un acto de pura desesperación me meto de lleno en el rio buscando un poco de alivio, el remedio es casi peor que la enfermedad y ahora, además de tener las zapatillas encharcadas, el dolor por el frio es casi insoportable… no paro de mirar el GPS pero los kilómetros no avanzan, joder, parece mentira el tiempo que me lleva cubrir 500 metros y cuando la desesperación casi termina por desquiciarme por fin aparecen las primeras casas, ¡¡esto ya está, coño!!.

Paro cinco minutos para guardar los palos y adecentarme un poco, el postureo que nunca falte, jajajaja… y en esas que recibo una llamada, ¡¡Pablo Carmenado!!... apenas estoy a 10 minutos de llegar a meta y me empieza a contar que tengo a la gente de los nervios con mi llegada, que si la tele, que si el twitter, y no sé qué coño más me está contando, pero me descojono de la risa imaginándome el tema.

Y así llegamos a Chamonix, flotando en un mar de emociones, no sé si llorar, si reír… no termino de creer que haya podido con esto, que haya vencido todo aquello que me empujaba a no seguir, que mis piernas hayan aguantado este castigo y haya encontrado la manera de seguir perseverando.

Había soñado con este momento muchas veces desde aquel lejano mes de Enero, cuando resulté agraciado en el sorteo de dorsales, pero jamás imaginé que costaría tanto hacer este sueño realidad, que largas y duras han sido todas estas horas de carrera.

Nuevo reencuentro con Marta, esta vez a escasos 200 metros de la meta… quiero que entre conmigo, a mi lado, ella también ha sufrido lo suyo y ha sido un pilar importantísimo durante todo este periplo.

… últimos 20 metros, deshaciendo los primeros pasos dados dos días atrás, ahora para entrar bajo el arco de meta, ¡¡grito de rabia y alegría!!... y se acabó.


Chamonix (169,9Km) – Domingo 14:37 – Tiempo de Carrera: 44h37m

… lo de acabar es relativo, porque el mundo no se para con la llegada a meta, aún toca sufrir un poquito más, la vuelta a la “vida” es complicada después de todas estas horas con el único objetivo de correr, subir, bajar, comer, beber, no desfallecer… pero lo primero, mi más ferviente deseo no es otro que ¡¡quitarme las putas zapatillas!!. Ufff, como un gesto tan insignificante puede resultar tan placentero, acto seguido me apodero de una cerveza fría… ya puedo morir tranquilo, pero que me entierren con el chaleco de Finisher, eso sí…



Durante quince minutos pude saborear en todo su esplendor el sabor del triunfo personal, mirando con aún con asombro ese arco de meta, mucho tiempo dejando volar la imaginación y ahora viviéndolo en primera persona… sensaciones que rara vez puedes experimentar en el día a día, una de las razones por las que me encanta este deporte y este tipo de pruebas.

El post-prueba es de traca, vuelta al hotel y chequeo rápido de mensajes… ¡¡madre la que se ha liado!!, me lleva una semana leer todos los wasap, mensajes de Facebook, twitter, mails… me quedo alucinado de todo lo que se ha movido en torno mi persona… me sentí desbordado con tantas muestras de apoyo, nunca podré agradecer suficientemente todos esos gestos a toda la gente de Drinkingrunners, Coentrena, amigos de siempre y otros tantos conocidos y desconocidos que inundaron al grito de #VamosBurdalo las redes sociales (¡¡que fue Trending Topic y todo!!).



No puedo decir que el proceso de recuperación fuese demasiado tortuoso, realmente esperaba algo mucho peor, pero con un par de horas de siesta pude adecentar medianamente mi estado mental y aguantar dignamente la tarde-noche. Las piernas fatigadas aunque mucho mejor que después de un maratón, y los pies hinchados cual hobbit pero ya sin molestias ni grandes destrozos… vamos, que caminando por las calles de Chamonix aquella noche, nadie podría adivinar (si no fuese por mi flamante chaleco de finisher – postureo a tope) que había estado corriendo 170Km durante las últimas 44 horas, supongo que no es más que el fruto de una buena preparación física, no hay milagros en esto del deporte para los populares, o entrenas o entrenas, no hay otra cosa que pueda hacerte mejorar y aguantar estas palizas.

Han pasado ya muchas semanas, meses… y sigo reflexionando sobre la conveniencia de hacer estas “barbaridades”, curiosamente con otras pruebas, y aunque las haya pasado putas, rápidamente se me olvida el sufrimiento y ya pienso en la siguiente, pero con esta algo ha cambiado, ver las cosas que le pasan a tu cuerpo, a tu cabeza después de tantos kilómetros, tantas horas sin dormir, de momento no me planteo volver a repetir, empiezo a plantearme esto de la ultra-distancia de otra manera, este 2016 será distinto… voy a tomarme las cosas con calma y no meterme en este tipo de berenjenales.

… En dos semanas me voy al Marathon Des Sables, solo serán 257Km por el desierto en autosuficiencia, pero vamos, que será un año tranquilo… seguro…


Y he aquí la experiencia resumida en poco más de tres minutos...




lunes, 14 de septiembre de 2015

Camino de mi “Gran Slam” particular – MAM/GTP/UTMB

Este 2015 está resultando un año extraño, presuntamente recuperado de la tendinitis rotuliana que condicionó todo el 2014, tocaba ver qué estado de forma y resultados se cosechaban.

La planificación de carreras daba un poco de vértigo pero aún con el subidón de completar todo lo programado el año pasado, a la espera siempre de ese primer bofetón de realidad, ansiaba sin ya los nervios de primerizo, la llegada de cada una de las carreras a las que tan fácilmente se apunta uno sentado frente al ordenador.

Resbalón en el Maratón de Barcelona, aunque la cagué por tomar lo que no debía, fui un poco justo para intentar el sub 3h… previsiblemente tenía aún tiempo para mejorar antes de meterme ya de cabeza en la montaña, pero con eso de que había tiempo...

Llegó Genaro, buena toma de contacto y prueba superada muy solventemente, lo que quizás hizo que sobrevalorara mi estado físico y me durmiese un poco en los laureles, para colmo me ofrecen un dorsal para la Maratón de Madrid y no pude decir que no. Típico argumento de la sin-razón que me domina… “no, si voy a ir tranquilo…”, pero casi cuatro horas de asfalto (y pese a pasarlo de miedo), no entienden de tranquilidad y el asunto, a los pocos días, me pasó factura, no sé qué de luxación en el tendón semitendinoso de la madre que parió a cañete que hacen volver a ese no tan viejo fantasma de las lesiones “inoportunas” (¿existirá alguna lesión "oportuna?).



No hay tiempo para parar, la Sunrise Trail Marathon Guadarrama es a primeros de Mayo, probamos el fin de semana anterior entrenando los últimos 10Km de la prueba… y el tendón dando guerra de la buena, pero hacemos oídos sordos y nos cascamos 42Km de trail dos semanas después de la Maratón de Madrid. Pese a los problemas físicos nos salen 5 horas y media aunque con el run-run de que algo no va bien, eso si, en la foto hay que aparentar que vas de puta madre... ;-P



Semana de fisio que me da luz verde para la “aventurilla” del fin de semana, entreno nocturno con Victor y Paco… la cosa se nos va de las manos y nos metemos 13 horas por el monte, justo lo que uno necesita para “recuperar”, pero aún necesito una semana más de hacer el burro para darme cuenta que tengo que parar sí o sí… me doy unos días de plazo, como si el cuerpo entendiese de este tipo de ultimátum, zapatillas bajo llave durante 8 días.



Como era de esperar, el descanso y el fisio hacen su trabajo pero no obran el milagro. Me pruebo en los 10Km de la carrera Popular de Hortaleza y compruebo que no he perdido tanto (hago un sorprendente sub 40’) aunque aún tengo molestias que por suerte, desaparecen después de unos minutos de esfuerzo.


… y así llegamos por fin a la primera cita realmente importante de la temporada montañera, la primera de las tres pruebas de este “Gran Slam” particular, el Maratón Alpino Madrileño, Piedra de toque para probarse de cara al Gran Trail de Peñalara.

De momento,  en esto de las carreras por montaña no dejo de ser primerizo… el año pasado corría por primera vez el MAM yendo con más miedo que vergüenza, y este año era el primero en el que repetía, así que experimentaba por primera vez lo que es correr una prueba sabiendo lo que te espera.

Resulta un alivio quitarse de la mochila los nervios de novato, el contrapunto es que también te dejas por el camino esa chispa de ganas que te da toda novedad… la cabeza tiene mucho más trabajo durante la carrera y ya si cabe, adquiere aún mayor importancia.

MAM - Maratón Alpino Madrileño

Me planteo la carrera con mucha prudencia y viendo que @Diegoserca estará en la salida me propongo pegarme cual garrapata a su grupeta de amigos con la idea de ir a un ritmo mucho más controlado.



… pero es dar la salida y perderles prácticamente de vista, vuelvo a comprobar lo mal que digiero los primeros kilómetros de cualquier carrera y especialmente si son de subida, voy  viendo a @Diegoserca en la distancia y solo le doy alcance cuando llego a los avituallamientos de Navacerrada y Bola del Mundo, menos mal que la bajada a Cotos me devuelve un poco el aliento, reponemos en el avituallamiento y encaramos la subida a Peñalara con algo más de alegría.


En las primeras rampas me extraña llegar tan pronto a la altura de @Diegoserca y más aún cuando le paso tan rápido. Me dice que no va muy bien así que yo sigo, aprovechando el buen ritmo que he cogido, quiero quitarme de encima cuanto antes esta segunda subida importante de la carrera, voy pensando en la hora que me llevó el año anterior, relativamente es un ratín cuando corres por la montaña, así que con eso en la cabeza la subida hasta se me hace corta. 
Coronado ya el pico Peñalara y sin tiempo para el relax nos ponemos en modo bajada, el cielo está muy negro y no me hace ninguna gracia la idea de correr lo que queda bajo la lluvia, así que no se puede parar mucho. 

Para mi sorpresa me encuentro con el grupete de colegas de @Diegoserca y me vuelvo a acoplar a ellos camino del puerto de Cotos… grande el momento en el que nos cruzamos con él, le hacemos el pasillo al más puro estilo Zegama, menudo subidón debió darle!!.

Resulta muy agradable un poco de charleta después de 3 horas de carrera bastante sufrida, voy pensando en lo bueno que sería poder aguantar así lo que queda, por lo que aprieto el culo y me adapto al ritmo del grupo… hasta que llegamos a la zona de las zetas donde nos ponemos en fila de a uno y a bajar como se pueda, que la cosa se pone muy rápida sin darse uno ni cuenta.


Mis rodillas responden y puedo bajar todo lo rápido que uno se puede permitir con ya tres horas y media de carrera en las piernas, y teniendo siempre en mente que aún queda la subida a Cabezas y casi otros 20Km por correr. Después de un par de tramos rápidos voy cogiendo confianza y la velocidad se incrementa, la pista tiene mucha piedra suelta y no es muy cómoda pero voy lanzando… en un momento de “relajación”, un pie que no levanta el vuelo lo suficiente, una piedra sólidamente agarrada al camino, lo siguiente pasa a la velocidad de la luz, pero en mi mente va a cámara lenta… ese pequeño contacto entre piedra y zapatilla hacen que pierda el equilibrio y me precipite violentamente sobre el camino empedrado, por suerte caigo en zona bastante despejada, pero el sendero no entiende de caricias y el raspón es importante. La caída es bastante violenta, aterrizo con  muñeca, codo y hombro a lo que se suman luego un par de volteretas para terminar de frenar a un lado del camino.
Me lleva un par de segundos reaccionar, justo el tiempo que tardan un par de corredores en llegar a mi altura y ayudar a incorporarme, además de recoger la mitad de la mochila que había perdido durante el revolcón. Evalúo daños mientras doy las gracias a los compañeros que han parado preocupados por mi caída, el raspón de la pierna es importante, pero la muñeca y el codo son el foco principal de dolor y encienden todas las alarmas… ¡¡Ay madre si me rompo algo con lo que tengo por delante!!. 


Reanudo la bajada medio andando medio corriendo mientras voy moviendo muy despacio muñeca y codo implorando al cielo para no sea nada, alterno los rezos a lo divino con improperios contra mi persona por no ir más atento, soy muy consciente del error cometido, ese instante de falta de concentración y exceso de confianza podría significar perder todo lo programado para el resto de la temporada.

Apenas pasan cinco minutos cuando veo un grupo numeroso de corredores parado a un lado del camino, otra caída… sorpresa cuando llego a su altura y veo que es @RunnerNovato, se constata que el camino es más complicado de lo que a simple vista parece y alivia en parte el peso de la culpa que traía conmigo. Por suerte parece que no hay daños serios y terminamos de bajar ya todos juntos a nuestro segundo paso por el avituallamiento del puerto de Cotos.

Visita rápida a la ambulancia de la organización para que limpien un poco el raspón de la pierna, comemos un poco y reorganizamos el coco para afrontar el último tramo de subida serio… el año pasado encaré esta parte como una moto y en poco más de una hora estaba coronando Cabezas de Hierro, pero la caída me había dejado un poco tocado el ánimo y si sumamos que a cada minuto el cielo tenía peor pinta, no me veía con mucho espíritu para apretar de la misma forma.

Salgo de Cotos a buen paso, en compañía de @vorjickcalderon con el que compartiré casi todo lo que queda de carrera (que no es poco), su compañía me da la chispa de motivación que había perdido y me acoplo perfectamente a su ritmo y vamos ganando altura y adelantando a muchos corredores que no han dosificado bien sus fuerzas y empiezan ahora a pagarlo… y es que la subida tiene rampas de ir casi a gatas y un último tramo con bloques de granito bastante complicado, la cosa además se pone de lo más dramática cuando empieza tímidamente a granizar, menos mal que la cosa no pasa a mayores y en unos minutos el tiempo vuelve a calmarse.



Coronamos sabiendo que ya hemos pasado lo peor, quedan un par de sube y baja hasta llegar a Guarramillas y ya lanzarse en bajada constante hasta la meta, así dicho parece poca cosa, pero son 14 kilómetros que al final se hacen eternos, especialmente horribles las dos subidas hasta Bola, las ves venir y se hacen interminables. Por el camino nos encontramos con el gran @Raimundo_Z que ha subido a animar pese a las inclemencias meteorológicas y así sin avisar nos pasa @MENENDEZDAVID a la velocidad del rayo, por mucho que intenté apretar para darle caza, me fue imposible ¡vaya ritmo llevaba!.

En el avituallamiento del puerto de Navacerrada decido tirar a saco, tengo piernas y sobre todo ganas de acabar pronto, así que me despido de @vorjickcalderon y encaro los últimos 6Km a un ritmo más que alegre… que frágil memoria tenemos que ya ni me acuerdo del galletón de hace un rato. 45 minutos me lleva este tramo, en el que sigo adelantando a muchos corredores, menuda diferencia respecto al año pasado, como penaliza el no poder bajar cómodo… más de 15 minutos recorté solo en este tramo.
Tiempo final 6 horas 58 minutos para los poco más de 44Km pero más de 5200 de desnivel acumulado y con tramos muy técnicos, 40 minutos menos que el año anterior, casi todo ganado en las bajadas… al final no estaba yo tan mal en la edición pasada, ni tan bien como esperaba en esta, muy exigente este Maratón pero creo que es de las pruebas que merece la pena repetir. Acabamos contentos y con moral de cara a la siguiente gran prueba del año, el GTP115, quince días y a darle de nuevo a las zapatillas, ¡esto no para!.



Gran Trail de Peñalara 2015

Dos semanas se pasan volando y más a estas alturas, en las que lo más sensato es bajar el pistón al mínimo y recuperar al máximo para llegar a la carrera a tope de energía y bien limpito de molestias. Obligada visita al fisio después de un MAM accidentado, supongo que la caída hizo que cambiara un poco el gesto al correr y cargué de más la pierna “buena”, costó un par de visitas relajar el isquiotibial izquierdo, jamás lo había tenido tan cargado, pero en principio no había motivo para preocuparse, hay margen para recuperar.

A tres días de la carrera las sensaciones no pueden ser mejores, quizás demasiado… ni siquiera siento esos nervios previos, el cúmulo de elementos positivos a mi alrededor hacen que sienta una inquietante confianza. Cierto es que no tengo la presión del año pasado, donde tenía la imperiosa necesidad de terminar la carrera de cara a acumular puntos para el UTMB, a esto le añadimos lo bien que se dio el año anterior (pese a ir tocado) y que iba a tener buena compañía (@vikitornieto y @Fco_Gazapo) me hacían olvidar lo que significa una carrera de estas dimensiones. Que fácil resulta perderle el respeto al mundo ultra, normal que luego nos llevemos esos bofetones…

La cosa empieza a torcerse cuando @vikitornieto no recupera de una sobrecarga y tiene que tomar la dura decisión de no tomar la salida, para colmo, en otro acto de inconsciencia, un día antes me voy a un evento de Salomón a “pasar la tarde” y me encuentro corriendo 8Km por el centro de Madrid a toda castaña, subiendo y bajando escaleras y todo por una camiseta de diez pavos y un par de refrescos… resultado, el viernes me levanto cojeando con el soleo más duro que el palo de un churrero, aquí el amigo se llevó unas zapatillas minimalistas pensando que el rollito no pasaría de un simple paseo y le salió el tiro por la culata.

Empiezan los sudores, a las doce y media de la noche la salida y estoy con un dolor de los que preocupa y mucho. Ni el hielo, ni el rulo de auto masaje ni los rezos al santo patrón del trail hacen que la cosa cambie un ápice… empiezo a aceptar que la he cagado por gilipollas.
Preparando la mochila empiezo a plantearme que no tiene sentido alguno pensar si quiera en correr en este estado, pienso en un plan B, C, D… cualquier alternativa me retuerce el alma, no sé si es sensato salir así y joderme más, pero me siento tan estúpido que al menos he de tomar la salida, intentarlo y ver hasta donde puedo llegar sin joderme más de la cuenta.

Marta se apiada de mí y hará las labores de chofer, comento mis intenciones y le pongo en pre aviso, ‘muy probablemente no llegue más allá de Rascafría’, aunque en esos momentos pensaba ya en lo ambicioso de dicha empresa.

Llego a Cercedilla cuatro horas antes de la salida pero entre que recojo el dorsal y termino de organizarme se me pasa el tiempo volando, tengo ya muy asumida mentalmente la situación y el momento en el que abandonaré la carrera, así que destierro los momentos de nerviosismo previos a la salida y disfruto de una animada charla en una terraza junto a @vikitornieto, @rocio_burgos y @rafacastill0. Saldré aún más tranquilo sabiendo que @Fco_Gazapo tiene nuevo compañero de viaje, su plan de carrera dista mucho de mis precarios y parciales objetivos, así que se plantea una larga y solitaria noche de carrera.



… y llega el momento de la verdad, las 00:30, suena con fuerza AC/DC para acompañar la salida de la carrera, pistoletazo de salida y vamos abandonando en lenta procesión el pueblo de Navacerrada camino del primer gran escollo de la carrera, “La Maliciosa”. El ambiente en la salida hace que me olvide por un momento de todo, disfruto como un enano de esos tres efímeros minutos de gloria, los gritos y ánimos de la gente hacen que te sientas capaz de todo… hasta que la oscuridad te engulle, empiezas a recobrar la consciencia y a darte cuenta de lo que tienes por delante. La amplia pista de la Barranca ya me pone en mi lugar, miro atrás y no cuento más de 15-20 luces de frontal, empiezo a darme cuenta de que esto se va a hacer muy largo y penoso.

No fuerzo un ápice intentando proteger al máximo mi maltrecho sóleo, pero incluso andando, en cuanto alcanzamos las primeras rampas, el músculo se queja y molesta, no hay calentamiento que valga, ya sé que esto no va a ir a menos,  me preocupa y mucho que la cosa empeore antes de lo que tenía pensado y tenga que abandonar incluso en plena noche.

Dos horas clavadas para coronar la Maliciosa, muy malas sensaciones que minan mucho la moral, lastra un mundo todo el mal rollo que he ido acumulando desde la salida y me cuesta encontrar motivación para encarar la incómoda bajada que nos espera, el único punto positivo es que bajando no siento mucho el tema del sóleo, un poco de aliento para que esto no se haga tan lastimoso.

Eterno descenso hasta llegar al primer avituallamiento, han pasado casi cuatro horas de carrera y me asaltan multitud de sensaciones contradictorias, sigo con media cabeza pensando en la molestia del sóleo, pero la otra mitad empieza a hacer algo de contrapeso una vez superada esta dura parte de la carrera y viendo que a peor, no vamos…

Apenas descanso cuatro minutos y emprendo de nuevo la marcha, a rajatabla la rutina de hidratación y nutrición, no vayamos a torcer más aún las cosas. Hace un calor que cualquiera diría que son las cinco de la madrugada, acojona pensar lo que se nos viene encima cuando salga el sol, razón de más para no olvidar el agua cada quince minutos y la pastilla de sal cada hora.

Este segundo tramo hasta el avituallamiento de la Hoya de San Blas resulta algo menos calamitoso, el camino es algo más cómodo y ya va uno haciéndose a la idea de los ritmos y tiempos de carrera… dos horas y no llegamos a los 10Km, pero el coco no da para más, así que las piernas obedecen a pies puntillas.

Son las 6:15 de la mañana cuando llego al puesto de control, ya empieza a clarear y eso da otro pequeño empujón de moral, me siento tranquilamente y reviso mi previsión de tiempos de paso, solo voy cinco minutos por debajo de lo que planifiqué delante del ordenador, sorprendido me quedo, otra palmadita en la espalda para afrontar la subida al puerto de la Morcuera, me lo tomo con mucha calma antes de retomar la marcha, prisa no llevo, así que doy buena cuenta de todo lo que se ofrece en el avituallamiento.

Ya sin el molesto frontal en la cabeza la cosa se hace mucho más agradable, puede uno evadirse a ratos mirando el camino que tiene por delante y disfrutar un poco del paisaje que te rodea, la pista es ancha y cómoda para andar a buen ritmo cuando se sube y trotar ligerito los tramos de bajada (que no son muchos pero se agradecen). Encuentro ese delicado equilibrio entre esfuerzo y disfrute que no había sido capaz de experimentar en las ya más de siete horas de carrera, hasta que llega de nuevo el caos. 

Comienza la última parte de ascenso al puerto y llego al cruce en el que se incorporan los corredores de la TP60 que salían de Miraflores a las 7 de la mañana. Resulta desconcertante la avalancha de corredores que llegan pidiendo paso, uno intenta mantener cierta dignidad avivando ligeramente el ritmo, pero acabas echándote a un lado para no molestar. Por el camino me pasan como el rayo @anitacfuller, @alma_cupcakes, @lucasheras, @jlbasalo apenas puedo siquiera saludarles del ritmo que llevan.
Se me acaba atragantando esta parte de subida, en ocasiones me invade incluso el cabreo por la falta de respeto de algún que otro corredor que casi te avasalla por no esperar cinco segundos a que el sendero le permita pasar sin apuros y lo peor estaba por llegar, ¡¡madre la que había montada en el avituallamiento!!.


Resulta casi imposible hacerse un hueco para coger algo de comer, los voluntarios no dan abasto incluso para repartir el agua, así que me armo de paciencia y me lo tomo con filosofía, entre el follón saludo a @Diegoserca, que lleva toda la noche siguiendo la carrera y animando al personal, sí que tiene mérito el asunto. También veo un par de camisetas de los @Drinkingrunners, me acerco y ahí está @rafacastill0 con otro amiguete y con bastante buen ánimo, se me va el santo al cielo entre tanta charla y se me van quince minutos en el avituallamiento.

Mientras termino de prepararme para volver al tajo hago un breve balance de lo que llevo de carrera, veo que no he ido ni un minuto cómodo, el dolor en el sóleo aunque no va a más, resulta molesto y no me ha dejado disfrutar apenas. La próxima parada es Rascafría, punto de no retorno, en ese momento tengo bastante claro que mi carrera acaba allí… intento ver lo positivo del asunto, habrá sido como un buen y largo entreno y no me joderé más de lo que estoy. El argumento me resulta suficientemente satisfactorio y no me torturo más, esta es quizás la parte más agradecida de toda la carrera, 14km de pista en ligera bajada en los que uno puede, si quiere, no dejar de correr.

Apenas he empezado a bajar veo a lo lejos un grupo de 4-5 corredores muy de verde chillón que me resulta familiar, aligero e intento darles caza, pero no soy capaz de recortar distancia sin tener la sensación de ir forzando, el sóleo molesta bastante y vuelve el run-run a la cabeza, definitivamente no está siendo mi carrera.

Gracias a que el grupo se detiene un momento, soy capaz de darle alcance y comprobar muy gratamente que se trata de @gdedios666, @ArantxaTrail, @rafacastill0, fantásticos @Drinkingrunners del TP60, para mí un bote salvavidas en medio del océano, los kilómetros que quedan hasta el avituallamiento los paso charlando animadamente, aunque he de reconocer que en ciertos tramos las paso un poco putas para poder seguir el ritmo que llevan (incluso me quedo un poco rezagado antes de entrar a Rascafría).

Diez horas de carrera y no sé qué ha pasado en estos últimos kilómetros que empiezo a no tener claro el tema del abandono, verbalizar mi situación, mis dudas y recibir tanta confianza de terceros en tu capacidad para superar el bache hacen que tenga que replantearlo todo de nuevo. Es cierto que físicamente no me he castigado apenas y que he recuperado algo el ánimo, además el tema del sóleo sigue estable para mi sorpresa y he empezado a asumir ya ese dolor como algo natural sin que afecte a la moral, estoy cumpliendo con la planificación pese a todo, así que… ¿Por qué no intentarlo?.



Abortamos operación retorno, llamo a casa para informar de mi decisión y me preparo física y mentalmente para lo que viene. Cuarenta minutos más tarde, después de comer bien, cambiarme de ropa y del postureo obligatorio retomamos la marcha con la moral por las nubes, pero con un calor de mil demonios y unas cuantas horas ya en la patas.

Mi compañía retomó carrera bastante antes que yo, muy mal se les tendría que dar para volvernos a ver antes de coronar Peñalara (allí se separaban los recorridos del TP60 y GTP115), así que el resto de la carrera se planteaba ya en solitario. No me asusta el tema, sorprendentemente llevo bastante bien la soledad en carrera ni siquiera tengo la necesidad de ponerme música, cada maestrillo tiene su librillo y yo tengo mis herramientas para distraerme y no rallarme en exceso.

Siguiente parada, puerto del Reventón, el tramo más feote de la carrera, la mayor parte por pista que va serpenteando montaña arriba sin una sola sombra, así que el sol castiga lo suyo y el subidón con el que salí de Rascafría pasa a mejor vida, lo que hace que me cuestione y mucho si fue acertada la decisión de seguir adelante.

La subida se hace eterna y llego al avituallamiento salvado por la campana, en ese punto al borde de la desesperación por no ver el fin del suplicio que estaba suponiendo el maldito puerto, pierdo casi veinte minutos con respecto a la planificación más conservadora, lo que da muestras de que no voy nada bien. Tengo que sentarme diez minutos para retomar el aliento y rearmarme para lo más duro de la carrera, hay 18 Kilómetros hasta el siguiente avituallamiento en la Granja, pero antes hay que subir a Peñalara y pasar dos veces (de ida y vuelta) por la cresta de Claveles, y por si fuese poco, le metes más de 30º a las dos de la tarde… vamos un panorama de lo más atractivo.

No hay marcha atrás (aunque más de uno ya vi que daba la vuelta para volver a Rascafría a retirarse) llenamos bien todos los depósitos de agua y nos ponemos manos a la obra, para hacer más digerible mentalmente esta parte me centro primero en llegar a Peñalara, 8 kilómetros que se antojan duros pero sobre el papel, más o menos manejables.

Y de manejables nada de nada, después de una hora empiezo a notar un bajón físico tremendo, los geles, gominolas y barritas energéticas no han paliado el vacío que siento ahora en el estómago, síntoma de que algo no he hecho bien. La hora y cuarto que tardo en coronar Peñalara es un durísimo martirio, más aún cuando te cruzas con los corredores que ya descienden camino de la Granja, soy capaz de leer en sus miradas… “lo que te queda aún, chaval…”, agacho la cabeza, evito las referencias visuales, todo parece estar tan lejos… 



Veo el final del túnel cuando por fin llego a la cresta de Claveles, lo paso casi a cuatro patas de lo mal que voy, solo pienso en llegar arriba, sentarme un rato y comer algo, ese es mi único pensamiento y motivación, y cómo lo saboreo cuando lo consigo.



Dos horas y cuarto para ocho kilómetros… tela lo que he sufrido, diez minutos me tomo de respiro para comer y beber, a ver si se obra el milagro y recupero algo las fuerzas porque la bajada hasta la Granja se antoja dura, para colmo los pies se han sumado a la fiesta y por no parar a su debido tiempo y desalojar las puñeteras piedrecillas que se meten en las zapatillas, ahora tengo serios indicios de ampollas, pero no estamos para sacar el hospital de campaña e intentaremos aguantar hasta llegar al avituallamiento.



Otra vez en marcha y pensando que los diez kilómetros que tengo por delante no son para tanto… ¡¡Ay amigo!!, descender 1200 metros de desnivel por caminos de cabras te hacen cambiar muy rápido de opinión, olvida uno rápido el esfuerzo que supone subir porque después de diez minutos va uno acordándose de las benditas cuestas. Pero como asume uno ya el sufrimiento después de dieciséis horas de carrera, te tragas lo que venga y más, la cabeza ahora es el auténtico motor del cuerpo y las piernas, elementos inertes que asumen, cual mulo de carga, la tarea de seguir avanzando.

Intento correr cuando el terreno lo permite, pero no aguanto más de un par de minutos, los pies se quejan bastante y con lo que queda aún por delante hay que barrer para casa y guardar lo que uno bien pueda. El balance cuando llego por fin a la granja no puede ser más demoledor, he tardado más de dos horas para bajar de Peñalara, un total de cuatro horas y media desde que dejé el Puerto del Reventón, llego hecho un trapo pero con una sensación de alivio inmensa.

Increíble el trato de los voluntarios que vienen y van, trayéndote agua y comida, necesito algo más que un respiro para seguir adelante, aunque a estas alturas y ya con menos de 35 Kilómetros por delante, mi mente no alberga duda de que esto lo acabamos, si o si.



La media hora que paso en el avituallamiento se me va entre picoteos varios y revisión de ampollas, que así a simple vista no es tan grave como pensaba, pero no dejo que la cosa se alargue más de la cuenta porque las ganas de acabar son mayores que la necesidad de descansar. Echando cuentas, me quedan dos tramos de unos 12 kilómetros antes de llegar al último avituallamiento y que supone la última parte importante de subida de la carrera, dos más dos, cuatro horas más o menos para finiquitar prácticamente el tema… que fácil resulta el asunto sobre el papel.



Me calzo de nuevo las zapatillas y salgo con una falsa sensación de frescura que después de diez minutos desaparece, definitivamente los pies van jodidos y los isquiotibiales empiezan a dar señales de sobrecarga, si le unimos que el tema del sóleo sigue ahí perenne, me conformo con ser capaz de caminar a ritmo alegre, sacando 6 kilómetros a la hora (10 min x Km) cumplo con los objetivos marcados. Aunque el terreno pica ligeramente en subida, caminamos paralelos al río por los agradables caminos de Valsaín, rodeados durante un gran tramo por domingueros que nos miran extrañados desde sus sillas de playa con una cerveza fría en la mano, me reservo el comentario que me viene a la mente cuando alguno comenta la jugada con el familiar de turno…



Según lo previsto, dos horas más tarde, llego al avituallamiento de la casa de la Pesca, un tanto desesperado por las múltiples molestias que no me dejan siquiera trotar, tienes que mantener la cabeza fría para asumir tus limitaciones pese a que el terreno da para correr bien a gusto.

El ambiente es tan distendido en el avituallamiento que me acomodo demasiado, me siento, como, bebo y hasta le doy de nuevo un repaso a mis pies intentando minimizar las ampollas que ya han comenzado a aparecer por no haber tomado medidas a su debido tiempo. Casi un cuarto de hora que me sienta de maravilla y vuelve a darme aire para dar otro pasito más, este de casi doce kilómetros, muchos de ellos de subida, hasta el último avituallamiento en el puerto de Navacerrada.

Son cerca de las ocho de la tarde cuando vuelvo a retomar el paso, con las cuentas de la vieja en mi cabeza, hay que intentar mantener el ritmo del último tramo para llegar con las últimas luces del día al puerto, si esta no es suficiente razón para no dormirme en los laureles, Marta me estará esperando para darme el último empujón (y luego llevarme de vuelta a casa…) y no está nada bien hacer esperar a la parienta.

Aprieto al paso aprovechando que este primer tramo es sobre pista asfaltada y el desnivel a salvar es constante pero relativamente suave, el breve descanso y el retoque de pies me permiten avanzar a un ritmo alegre pero no lo suficiente para cumplir con la planificación, la noche se me echa encima ya en el tramo del Camino Smith, tal es la desidia que lleva uno encima a estas alturas de carrera que cualquier cosa supone un gran esfuerzo y aguanto casi dos kilómetros sin sacar el frontal intuyendo apenas el camino y con las luces del puerto como única guía.

Por fin llego al avituallamiento, no es la meta pero lo siento como un grandísimo triunfo, es como ese aperitivo que te ponen antes de empezar a comer…  Lo saboreo sin agobios, quince minutos en los que me siento y como otro poco mientras Marta, impaciente y con frío, me mete prisa para que acabe ya de una vez, me da la risa cada vez que me acuerdo de la cara de los voluntarios del avituallamiento escuchando como me azuzaba. Ya que voy a tener que correr un poco, me quito de encima todo el material no obligatorio que sé no voy a necesitar de aquí a la meta (barritas, geles, manguitos…), ni siquiera recargo líquido.

Poco más de 9 kilómetros a meta, un poco de subida y luego todo bajada hasta llegar de nuevo al pueblo de Navacerrada, la sensación de que ya está hecho desaparece con ese primer tramo de subida, el cuerpo te recuerda que ya llevamos más de 22 horas de tute y tienes que volver a asumir que te queda otra hora y media de “no pasarlo bien”. Quince minutos para superar la puñetera rampa hasta el collado, otro pasito más, kilómetro y medio menos… ahora a bajar rapidito.

Después de mucho tiempo corriendo en solitario, en el descenso cojo a un grupo de 4 corredores y me uno a la procesión, porque parecemos un paso de semana santa, no hay intención de apretar y más con el terreno que tenemos delante,  mucha piedra suelta, oscuridad y cansancio, torturan cuerpo y mente, esperamos la pista de la Barranca como agua de Mayo.

Es coger pista y aparecer la magia, veinte kilómetros atrás ya me parecía imposible siquiera trotar, ahora vuelo (si es que se puede decir que uno vuela corriendo a 6’ el kilómetro). Animado por la posibilidad de bajar de las 24 horas y picado con uno de los corredores del grupo con el que inicié la bajada, los últimos cuatro kilómetros se hacen en una especie de nébula en el que aunque todo duele, nada te para. 

Las emociones empiezan a desbordar el vaso, instantes que te hacen sentir que todo lo pasado ha merecido la pena, nunca nada me ha hecho sentir de una forma más clara eso de “saborear el fruto del esfuerzo”, “la recompensa del sacrificio”… es el embrujo de la Ultra distancia.

No hay baño de multitudes para el popular que llega a horas intempestivas, quizás el único amargor del caramelo que supone llegar a meta, menos mal que yo tengo quien me espera, alienta y felicita.

 


GTP2015, 23 horas 58 minutos y 53 segundos para cubrir los 115Km y unos 5000 metros de desnivel positivo (y sus respectivos 5000 negativos, que joden lo suyo…), se dice pronto… como el buen vino, hay que dejar que respire y repose para saborearlo en todo su esplendor.


Mucho he aprendido de esta nueva ultra-experiencia, la perseverancia va calando en mi cabeza y se le va cogiendo el truquillo a eso de gestionar los altibajos que todo corredor sufre en mayor o menor medida. 

Pese a las dos horas de más con respecto a la edición anterior, me siento especialmente orgulloso, convencido estaba de no acabar la carrera y fui capaz de sobreponerme a la machacona idea de la retirada y terminar de una forma más que digna y bastante entero, muestra de ello es que a los dos días ya estaba de nuevo entrenando sin muchas molestias.

No hay tregua, el tiempo apremia, empieza el vértigo viendo lo que se nos viene encima… dos de tres, hay que rematar la faena… ¡a lo grande!, ¡¡NOS VAMOS AL UTMB!!

Continuará…