miércoles, 1 de octubre de 2014

Madrid - Segovia 2014, ¿repetimos?...

Un año ha pasado ya desde mi primer ultra, la Madrid – Segovia fue mi bautizo en la distancia y por eso siempre será algo especial, no dude un instante en incluirla en la lista de carreras del 2014 y el mismo día que se abrieron las inscripciones, me hice con un dorsal.





El verano fue, por motivos de fuerza mayor (tendinitis), bastante más flojo en entrenamientos que el año pasado, pero no es que eso me preocupara en exceso, esta ha sido la tónica general durante el año y hemos ido sobreviviendo, si además añadimos las buenas sensaciones con las que terminé el GTP110 a finales de junio, la carrera se planteaba de una forma bastante más relajada que aquella primera edición llena de nervios e incertidumbres.
En dos semanas (4 de octubre) otra ultra me espera (y esta es de las serias – 102Km/6000D+), así que la idea de salir a cuchillo a mejorar tiempos, quedó completamente descartada. Tomé la decisión de unirme a un grupeto de Drinkingrunners, capitaneado por el gran Alberto Barrantes y disfrutar de la carrera en buena compañía sin presión de tiempos ni ritmos.
Estaba tan confiado y despreocupado, que prácticamente no me puse a pensar en la carrera hasta que empecé a ver en Facebook y twitter las típicas fotos de la gente recogiendo el dorsal, así me pilló el toro… un viernes previo de locura, corriendo a recoger mi numerito y a organizar todo el material, me dieron las doce de la noche y aún no había metido las cosas en su sitio, se me había olvidado el tiempo que lleva decidir, desde la ropa que vas a usar, y la que vas a cambiar en Colmenar y Cercedilla, hasta los geles, barritas, sales y demás mierdas energéticas que vas a ir tomando a lo largo de cada punto estratégico de la carrera.


Suena el despertador, son las 6:15 AM, madrugón y carreras son dos términos que van “desafortunadamente” de la mano, después, el ritual de siempre, desayuno como si no hubiese mañana y a embadurnarse bien de vaselina antes de ponerse calcetines, camiseta, pantalones… hay que salir más suave e hidratado que el culito de un bebe.
Llego a plaza de Castilla después de una conversación de lo más curiosa con el taxista (no se creía eso de ir “corriendo” hasta Segovia), no hizo falta decirle donde tenía que parar, a los runners, se nos ve fácil con esos colores “discretítos” que vestimos. Dejo las tres mochilas de supervivencia en sus respectivos camiones (Colmenar, Cercedilla y Segovia) y empiezo a buscar caras conocidas. Desde este momento, y ya durante toda la carrera, mi mente es un ir y venir de recuerdos, comparo inconscientemente las sensaciones vividas con las que experimento de nuevo, los nervios que me atenazaban antes de salir hace un año, y lo curiosamente relajado y despreocupado que estaba ahora.

Los encuentros se suceden y hacen mucho más amena la espera hasta el pistoletazo de salida, ya tengo localizado a mi grupeto, nos hacemos las fotos de rigor y vamos avanzando hacia el arco de salida. Cuando me quiero dar cuenta ya hemos arrancado, esto ha empezado, cuesta hacerse a la idea de los kilómetros y horas que nos quedan por delante.

A diferencia del año anterior la salida es relajada y pausada, en la parte trasera del pelotón, hay mucha gente y nos hemos desperdigado un poco, ¡no pasa nada, no hay prisa! (es el pensamiento que más repetiré durante toda la carrera).

Rodamos muy, muy tranquilos, lo que sumado al rollo zen que llevaba encima me hace sentir plenamente confiado en lo bien que va a ir todo (aaamigo, anda que esto no es largo…). Unas veces con unos y otras con otros, las conversaciones van alternándose y el tiempo y los kilómetros pasan desapercibidos, llegamos al primer avituallamiento (1h58’ – 15,75Km), apenas unos minutos para sellar el control y empezar con la rutina programada, en esta primera parada, plato único, gel “antioxidante” sabor limón (arcadas me dan ahora solo de pensar en meterme otro de esos al cuerpo), tres minutos y volvemos al tajo, no sin un poquito de postureo previo cortesía del gran Sinichi Sasaki (¡qué grande, está en todos lados!).



El siguiente tramo, hasta Colmenar, se me va que ni me entero. En el grupo se aprecian algunos gestos de preocupación, si no se va cómodo en estos primeros kilómetros hay que tener la mente muy fría para no hundirse viendo todo lo que queda por delante, la gente arropa como puede con frases de ánimo y animar la conversación también ayuda a distraer la mente cuando vas jodido.
Iremos bien acompañados hasta Colmenar, más amigos se incorporan en algunos tramos y corren con nosotros unos kilómetros, ¡más que un grupo casi somos una banda!... yo me lo estoy pasando teta, seguimos trotando a ritmos muy suaves que apenas desgastan mis reservas.


Entramos en colmenar un poco desperdigados, la cuesta del cementerio quita el hipo (y algo más…) y cada uno la sube a su ritmo, sabiendo que tendremos tiempo de reagruparnos en el avituallamiento, este mucho más relajado, ya que aprovechamos para hacer la primera parada en boxes (3h29m – 26,83Km). Cambiamos camiseta, calcetines y zapatillas (cambio a mis salomon sense), no quiero que me pase como el año pasado, que llegué pidiendo tiempo muerto a Cercedilla. Viendo lo que condicionan unos pies jodidos, hay que poner mucho mimo y cuidado en ellos, los limpiamos, secamos y embadurnamos bien de vaselina.
De menú, un primero rico, rico… pastel de chocolate energético made in “mi casa” y cortesía de Overstim (Gatosport), esto sí que ha sido todo un descubrimiento y permitidme que me explaye un poco en ello, porque me tiene super enganchado (¡¡estoy como loco por que llegue la siguiente ultra para comerme otro!!). No es otra cosa que un bizcocho de chocolate que viene preparado para mezclar con agua y hornear… luego lo haces trocitos y te lo vas comiendo durante la carrera, pero es que está de miedo… es negro como el carbón de todo el chocolate que lleva… si te gusta el dulce… ¡esto crea dependencia!. De segundo tenemos un gel, esta vez de frutas del bosque, y de postre nos tomamos una pastillita de sal para ir reponiendo lo que se nos va sudando. Y todo ello lo “regamos” con un buen “caldito” típico de los runners, isotónico de Cantio. Después de cinco minutos estas como el conejito de Duracell. Nos dejamos casi veinte minutos, pero ahí está el mantra “¡no pasa nada, no hay prisa!”.

Arrancamos con nuevos aires y el grupo se siente de nuevo compacto y con confianza, aunque la cosa no dura demasiado, nos volvemos a dividir a los pocos kilómetros, Jose y Alberto se quedan un poco rezagados, no quieren forzar nada viendo que no acompañan las sensaciones. En una hora hemos llegado a un nuevo punto de avituallamiento (Puente Medieval – 4h49m – 34Km) y nos reagrupamos de nuevo, parada técnica para sellar el control y poco más, breve aperitivo en forma de gel de limón y unos gajos de naranja que me ofrecen los siempre amables voluntarios (¡fuerte aplauso a estos héroes sin dorsal!). Para mi sorpresa me encuentro con un par de amigos con los que iré coincidiendo durante toda la carrera, ¡que buen rollo que da encontrarte con gente conocida que te anime durante la carrera!, ¡Ole Ricardo por los huevos que le echas y mil gracias a Eva por los ánimos y las risas en cada encuentro que tuvimos!.

Otra vez en marcha y ahora con ganas, que viene una parte de las que recuerdo, más molona de la carrera, en especial esa pista final que termina a los pies del pueblo de Manzanares, de las que bajas “a tumba abierta”, y con unas vistas increíbles de la pedriza. Voy como una moto y me despego del grupo (pidiendo permiso :-P ) para dejarme ir por esos caminos “a lo que me den las piernas”. 



Poco más de otra hora hemos empleado para llegar al punto de avituallamiento de Manzanares el Real (42,78Km – 6h11m), aquí nos espera otro nutrido grupo de “animadores oficiales”, alimento moral si vas un poco tocado y si no lo vas, también. ¿Y aquí en Manzanares, que se come, señora?... pues hijo, te va a tocar más de lo mismo. De primero otra ración de bollito de choco energético, y de segundo es que no tenemos más que gel de limón. De postre comeré un poco de fruta, que apetece (y la pastillita de sal, que no falte), rapidito que nos vamos, en cinco minutos estamos de nuevo en marcha.
Este tramo transcurre a los pies de la pedriza, muy bonito y sin mucho desnivel, por lo que nos permitimos el lujo de ir ligeritos. Alberto va más animado y esta vez marchamos compactos, el día está nublado, perfecto para correr, todos cruzamos los dedos para que los nubarrones negros hacia los que nos dirigimos, no descarguen… yo sé que no hay de qué preocuparse, finalmente metí el chubasquero en la mochila, las leyes de Murphy no fallan, seguro que si lo dejo, nos cae la gota fría.
Ana, Diego y su hija nos acompañan un rato hasta que nos adentramos ya en caminos menos amigables, aunque no transcurre mucho tiempo hasta que empezamos a ver las primeras casa de Matalpino, siguiente avituallamiento.

Llegamos al control casi con media carrera hecha (50Km – 7h28m), y aquí, nos lo volvemos a tomar con calma, que la cosa lo merece (“¡no pasa nada, no hay prisa!”). El avituallamiento está bien surtido de alimentos “solidos”, aquí solo tengo planificado un triste aperitivo en forma de gel de “fresco” limón, pero pronto quedo prendido de unos pequeños sándwiches de jamón york y queso de los que hago acopio sin miedo alguno, pierdo la cuenta de lo que ingiero, pero es que es el primer bocado de comida “normal” que pruebo después de casi una “jornada laboral”. Quince minutos para cargar bien, bien las pilas… hemos tenido tiempo de fotos, wasaps, Facebook, twitter y casi un cuarto de crónica :-P. Hacemos informe de daños y a pensar que Cercedilla está ya a tiro de piedra. Alfonso va un poco preocupado con un dolor en el tobillo, pero parece que lo tiene controlado, Alberto sigue luchando contra viento y marea, problemillas físicos y la cabeza no acompaña, todos le animamos para que tire esperando que la cosa mejore, Rafa estira los isquios pero comenta que no hay problema, y Gema, dándole patadas a las piedras… pues al final alguna uña negra que te llevas. Yo, de momento, impoluto, ¡que gusto de carrera si llego así a Segovia! (ay amigo la que te espera…).



Pese al tiempo y distancia que acumulamos, salimos con buen ánimo y ritmo vivo, todos tenemos en mente que se acerca la temida subida a la Barranca, pero dadas las buenas condiciones la cosa no termina siendo para tanto. En este tramo apenas corremos así que se nos va casi hora, el tiempo y los kilómetros se acumulan (9h5’ – 59Km) pero la cabeza ya va restando en vez de sumando, lo que viene ahora es un “paseo” hasta Cercedilla. Esta parada debería ser corta, pero Alberto necesita un respiro, la cosa ya pinta fea, cada cual se busca su hueco para tomar un poco de aire, estirar un poco y comer lo que toque… ya no pillo con tantas ganas el menú del día, el gel lo tomo conteniendo el aire y el trozo de pastel de choco se me queda a medio camino (una voluntaria se piensa que estoy tomando un trozo de morcilla). No hay hambre pero hay que comer. Siete minutitos, no parece que haya muchas ganas de salir, (“¡no pasa nada, no hay prisa!”), un toque al orden y retomamos el camino.


Poco más de 6Km para llegar a uno de los puntos clave de la carrera, el avituallamiento de Cercedilla, donde volveremos a pasar por boxes antes de afrontar el último cuarto de carrera. Empezamos correteando un poco, tenemos un tramo de carretera en ligero descenso que invita a despertar un poco a la piernas pero apenas hemos hecho un kilómetro y Alberto ya se queda, el grupo tira y sigue adelante, en ocasiones sabes que no puedes hacer más y tienes que dejar que cada uno atraviese ese desierto particular del que unas veces se sale y otras…
El tramo tiene una sorpresita “guapa” con una rampa de las que dan vértigo pero el trago es breve y en compañía lo hacemos sin mucha queja, Cercedilla ya está a tiro de piedra, cruzamos la carretera que sube al puerto de Navacerrada y en un abrir y cerrar de ojos estamos casi entrando al pueblo, donde nos reciben amigos y familiares de Alfonso, ¡Madre que club de fans!.
… y ¡¡por fin entramos en Cercedilla!! (65,90Km – 10h), punto de encuentro de familiares y amigos, yo entro como Marco (el del mono amelio), buscando a mi mama, pero nadie me espera, así que me dejo de sentimentalismos y me voy a por la mochila y empezar de nuevo con el ritual, aunque esta vez mucho más completo, cambiamos calcetines, zapatillas (inov8 trailrock), pantalón y camiseta… guardamos gorra y gafas y las cambiamos por frontal y buff, aunque de momento van a la mochila que aún no es hora de ir en plan minero. Me olvido de pasar por el avituallamiento viendo la pinta que tiene la paella de la organización, yo tengo mi super menú del día – gel, pastel de choco y pastillita de sal – de momento me sobra y me basta y el estómago no dice ni mu.



La media hora que pasamos reorganizándonos se me pasa bastante rápido, voy ligerito y enseguida estoy preparado, así que aprovecho para estirar un poco y atender los wasaps. Todos tenemos la entrada del polideportivo en el rabillo del ojo, esperando ver la entrada de Alberto, pero el tiempo pasa y no hay noticias, nadie lo dice, pero todos lo pensamos. Finalmente, justo cuando empezamos a despedirnos de la gente, le vemos entrar, me sorprende lo entero que está, ha decidido que su carrera termina allí. Cuando se va en grupo, se comparten alegrías, tristezas, emociones… y un abandono también provoca pena en los miembros que continúan en carrera. ¡Grande Alberto, habrá ocasión de sacarse la espinita!.



Son poco más de las siete de la tarde cuando salimos de Cercedilla, ya con la fresca y la noche a la vuelta de la esquina, pero después del parón, el cambio de ropa y zapatillas, uno sale con energías renovadas, se empieza a percibir cansancio, pero muscularmente estoy bastante fresco, la subida a las Dehesas se me hace bastante amena en compañía de Gema, cogemos un ritmo muy vivo y sin darnos cuenta dejamos atrás a Rafa y Alfonso, incluso tenemos que hacer un par de paraditas para agruparnos, otro informe de daños a media subida, el tobillo de Alfonso sigue estable, pero a Rafa ya se le ve más incómodo, así que hasta el siguiente avituallamiento vamos todos agrupados que el grupo da “cobijo” cuando las fuerzas fallan.

Puente Romano (73Km – 12h), breve avituallamiento que básicamente aprovechamos para sacar los frontales y abrigarnos un poco más, la verdad es que esperaba con cierta impaciencia este punto, aunque andábamos a buen ritmo no entraba en calor y solo pensaba en sacar el cortavientos y ajustarme bien los manguitos para quitarme el frio de encima. A estas alturas de carrera ya empiezas a descuidar el tema alimentación, porque ya no entra nada. Me como a duras penas otro trozo de pastel y el pertinente gel al limón, el isotónico ya te sale por las orejas y casi que prefieres beber solo agua, casi que voy pensando en algo caliente, rollo café o caldo y me acuerdo que en el siguiente punto (Puerto de la Fuenfria) había algo el año pasado, esa va a ser mi motivación para la siguiente horita y pico que nos queda por delante.


Al tajo con la luz en la cabeza, empezamos a andar y empiezo a sentirme incómodo, ya estaba tardando el tema, no había tenido un solo momento de mal rollo en todo el día, y fue llegar la noche y llegar todo de golpe. Creo que me quedé frio saliendo de Cercedilla y tarde en abrigarme demasiado, tenía escalofríos e incluso con lo que llevaba encima, no terminaba de entrar en calor, para colmo, empecé a sentir un dolor justo en la parte posterior de la rodilla en la corva justo donde se inserta el gemelo, no era nada intenso pero si molesto.
La hora y cuarto que tardamos en llegar al puerto, se me hizo eterna, Gema y yo íbamos a piñon, ya era noche cerrada y solo nos centrábamos en el haz de luz de nuestros frontales en el camino, era inútil mirar atrás para ver la referencia con Alfonso y Rafa, que se habían vuelto a quedar un poco rezagados, la mente solo estaba en llegar lo antes posible al Mirador de la reina, a partir de ahí, el puerto quedaba a pocos minutos.
Puerto de la Fuenfría  (81Km – 13h18m), llego bastante tocado, renegando del frio que tengo y de lo incómodo que es correr de noche, todo se me atraganta y me cuesta ver el lado positivo de las cosas, ahora ya solo queda bajar. Sello el control y busco desesperadamente al voluntario que me sirva algo caliente, paso de gel y la madre que lo pario, me sirvo un café soluble, lo sostengo con las manos intentando absorber, el calor que desprende, le pego un trago y aquello está terrible, creo que haría vomitar a una cabra (RAMBO), pero mi obsesión por calentarme hace que me beba casi la mitad de aquel brebaje, en breve, me arrepentiría de ello.
Rafa y Alfon tardan en llegar, justo cuando empezábamos a preocuparnos, aparecen de entre la pequeña hilera de lucecitas que sube por la montaña, hay que sacar el kit de supervivencia, toallitas y compeed para Rafa, la parada se nos va un poco de tiempo y mi cuerpo sigue renegando de la noche y el frio.
Ahora es cuando la mente tiene que ponerse a tirar del cuerpo, hay que buscar algo a lo que agarrarse para no hundirse en pensamientos negativos, no me faltaron argumentos el año pasado, solo queda una media maratón, y ¡encima cuesta abajo!, ahora se me hacía un mundo pensar que aún nos quedaban, como poco, 3 horas para llegar a Segovia. No me apetecía una mierda seguir con esas sensaciones, pero no quedaba otra que seguir tirando.


Encaramos la pista y nos “lanzamos” cuesta abajo trotando ya como abueletes reumáticos, en fila india, intentado no salirnos del pequeño carril libre de molestas piedras que, a estas alturas de carrera, joden bastante los pies. Apenas soy capaz de abrir la boca, voy rumiando mi pequeño infierno interior, aunque un poco más aliviado viendo que cuando troto, curiosamente disminuye el dolor del gemelo, intuyo que no será nada que me impida acabar la carrera, pero en vistas de lo que tengo en 15 días, no puedo permitirme ni el más mínimo contratiempo o lesión. Busco mi frase, donde ha quedado eso de “¡no pasa nada, no hay prisa!”, ahora ya todo es un mirar el GPS esperando que los kilómetros pasen rápido, y claro, pues cuanto más miras, menos parece que avances.

Para muestra un botón, poco más de nueve kilómetros y se nos va hora y veinte minutos, llegamos al avituallamiento del Corral de la desesperada (91Km – 15h) y el nombre, que ni al pelo, voy doblado con el cafetito del infierno y no se me pasa la tiritona, paso de gel y apenas le doy un bocado al último trozo de pastel que me queda, incluso me cuesta beber agua, voy de veras jodido y no precisamente de piernas. Miro a mis compañeros y me guardo mis penurias, aquí cada uno tiene lo suyo, creo que Gema es con diferencia la que mejor va, no ha parado de hablar durante toda la bajada y tirando de su vecino con continuos “vamos rafa, no te quedes”, sé que no era consciente de ello, pero fue mi bote salvavidas para lo poco más de 11 Kilómetros que quedaba para meta. Cinco minutos y estamos de nuevo en tinieblas.


Nos queda un punto intermedio antes de llegar a Segovia, me agarro a ese pensamiento, poco más de cinco kilómetros para una pequeña paradita, luego ya, llegamos aunque sea rodando, pero el café de la Fuenfría sigue haciendo daño, muuucho daño. No hay nada que me saque del ciclón de mal rollo que me envuelve, ni siquiera las ya bien visibles luces de Segovia que se adivinan a lo lejos. La cosa aprieta seriamente y tengo que parar en un par de ocasiones de los pinchazos que me da el estómago, pero casi es peor, creo que trotando, aunque voy jodido, todo pasa ligeramente más rápido.

Por fin se ven las luces del avituallamiento de Riofrio (97Km – 16h), una hora para cinco kilómetros cuesta abajo, apenas corremos así que los tiempo son los que son, poco importa ya a estas altura, yo solo pienso en buscar un poco de intimidad para aliviar cuanto antes las “presiones internas”, se antoja complicado con el frontal encendido, pero me medio apaño como puedo y libero toda la tensión intestinal que llevaba acumulando durante dos horas, vuelvo a la vida. He perdido la referencia de mis compañeros, me acerco de nuevo al avituallamiento y me dicen que no hace falta ni sellar el control, y que mis compañeros ya han salido, no han sido más de tres-cuatro minutos, pero dado que no había mucho que hacer aquí, han tirado pensando que yo habría hecho lo mismo. Por suerte no tengo que correr mucho para alcanzarles y ya juntos afrontamos estos “kilómetros basurilla”, en los que sabes que llegas, que está hecho, pero que tienes que correrlos.
Ya un poco más relajado, pongo la mente en standby y simplemente me dejo llevar, la mezcla de sueño y cansancio hacen que apenas recuerde este tramo con claridad, ya apenas trotamos, casi todo el rato vamos andando, a un buen ritmo eso si… volvemos a dejar atrás a Rafa y Alfon, pero regularmente echamos un vistazo para asegurarnos que siguen ahí, que no tienen problemas. 
¡Y por fin llegamos a la civilización!, primeras farolas que nos permiten apagar los frontales (el mío ya se estaba quedando seco con solo 4 horas de uso), despierto un poco del letargo que traía durante los últimos kilómetros, nos volvemos a agrupar y empieza a manifestarse ya el subidón general.



Casi son las dos de la mañana, así que las calles de Segovia son un desierto, aunque nada más entrar en el núcleo urbano, tenemos ya compañía esperando… otra vez los fans de Alfonso, que nos reciben entre risas y cachondeo y nos acompañan, ya trotando, camino del acueducto. Es un alivio volver a sentir un poco de buen rollito y aunque llevo el gemelo más jodido de lo que pensaba, me centro en disfrutar del momento y grabar de nuevo en mi mente todas esas sensaciones que te recorren el cuerpo cuando cruzas una línea de meta después de un palizón como este, obviamente no hay nada como la primera vez, pero si algo he aprendido después de hoy, es que cada ultra es un mundo y aunque pases por los mismos caminos, por los mismos senderos, las sensaciones y las vivencias, serán siempre distintas y variadas.
Cruzo la línea de meta (102,9Km – 17h33m) con mis compañeros de fatiga, miro sus caras y me acuerdo mucho del año pasado, de mi primera edición, me alegro muchísimo por ellos, sé muy bien por lo que ahora están pasando, el tremendo subidón que están experimentando, mucha gente además les espera, un mar de abrazos, besos y felicitaciones, las típicas fotos en meta y el típico desconcierto “¿ahora dónde voy?”.



Sabor agridulce en mi caso, las últimas 5 horas de carrera han sido con malas sensaciones, especialmente las 3 últimas, y eso quieras o no, no te deja un buen sabor de boca. Borrón y cuenta nueva, toda experiencia suma y enriquece y más cuando eres un auténtico novato en esto de los ultras… hay que seguir aprendiendo.
La vuelta es tediosa, primero hay que llegar y recoger las bolsas, ducharse y esperar al autobús que nos lleve de vuelta a la plaza de Castilla… creo recordar que eran más de las cinco de la mañana cuando conseguí meterme en la cama.
La post-carrera no ha podido ser más traumática, no se me ocurrió otra cosa que meterme un fabadón después de un día entero a base de “mierdas energéticas”, así que mi cuerpo entró en estado de shock y después de dos días de limpia, apenas pude comer nada prácticamente hasta una semana después de la carrera, sin duda no ha sido el mejor plan de recuperación que podía poner en práctica, aunque me ha venido de perlas para perder esos dos kilitos que no tenía forma de quitarme de encima después del verano.
Intentaré recordar esta Madrid-Segovia por esa mitad esplendida de carrera, corriendo en buena compañía y con esas buenas sensaciones, y espero haber aprendido bien la lección respecto a lo que debo y no debo hacer con la comida, durante y también después.
… y ya no hay tiempo para pensar en la siguiente, porque… ¡¡YA ESTÁ AQUÍ!!. Sábado 4 de Octubre, 7:00 AM… Ultra Trail Guara Somontano (102Km – 6000D+)… ¡¡¡ALLÁ VAMOS!!!

1 comentario:

  1. No se como ni en que momentos, pero fuimos juntos casi todo el tiempo. 17, 43 para mi.

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